Hay días en que uno se levanta llevando en la cabeza la secuencia de las cosas pendientes de hacer. Me imagino que, instintivamente, esa agenda cotidiana se establece de acuerdo con un orden en el que desconozco el mecanismo que la configura. Posiblemente tenga que ver la racionalidad al definir la relevancia de los asuntos a realizar, de manera que su nivel de trascendencia, casando objetivos con intereses e incorporando el nivel de dificultad, implante el principio de actuación. Pero las personas son diferentes, pues hay quienes prefieren abordar lo complicado al principio, que es cuando parece que se tiene más energía, que no al final de la jornada, al adueñarse la fatiga; no obstante, lo arduo del asunto a acometer puede aconsejar posponerlo, pudiéndose llegar a hacer caso omiso del no dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy.
También pueden intervenir otros criterios de apremio definidos por cierto itinerario espacial según el cual los hitos quedan fijados por su proximidad o por la facilidad del desplazamiento entre ellos, se trata de economías de escala. Luego se encuentra el azar: la lluvia repentina, el encuentro casual con aquella persona a la que hacía tanto que no veíamos, la cancelación inesperada de una cita que introduce un vacío temporal donde nos asaltan las dudas sobre qué hacer con los minutos recuperados. Constituyen sobresaltos que interrumpen la pauta prescrita ante lo que hay gente que se azora, mientras otra readapta el quehacer con suma flexibilidad.
Sin embargo, nada de esto me cuadra al volver a escuchar, andando en el viento, solo en la demasiado gran ciudad, que la rosa es lo importante. Después de una breve pausa, tras respirar profundamente, soy consciente, desde la evocación de la vieja canción de Gilbert Bécaud, L'important c'est la rose, al poema de Gertrude Stein, "Rosa es una rosa es una rosa es una rosa", de que una flor que baila en el tiempo está a punto de brotar dejando atrás los narcisos. Coincidentes ambos de la importancia de un pequeño detalle, que no solo identifica una época del año sino que asimismo es evidencia pura de la identidad más sencilla, reescribo mentalmente el listado de las ocupaciones del día para cuestionar mis auténticos criterios de importancia. Intentar comprender el sonido del silencio, el aroma de las mimosas, entreverados con el propio valor del tiempo, las conversaciones interrumpidas, el peso del pasado.