OPINIóN
Actualizado 04/04/2017
Redacción

La densidad de aconteceres desborda nuestros sentidos. En cada palmo, a cada minuto se abre un episodio de la vida. Aunque las montañas todavía duermen, buena parte de nuestros paisajes bullen. Todo se colorea, todo suena, los aires van llenos de olores y hasta se puede paladear ese deleite que a veces llamamos confianza en el futuro. Que no otro es el impulso que mueve a las praderas y cultivares a escalar otro palmo de altura. Nacen a borbotones las primeras polladas de los pájaros residentes al tiempo que llega por el sur un buen número de aves estivales como ruiseñores, pechiazules, alzacolas, vencejos, carracas, abejarucos, tórtolas, oropéndolas, águilas calzadas y culebreras

Cunde y expande la floración con tonos predominante­mente blancos que nos ofrecen asfódelos, manzanos, piruéta­nos, espinos y majuelos. Ya están a la vista la mayoría de los reptiles.

Salen de sus resquicios en busca de calor que los haga activos culebras, lagartos, víboras y lagartijas. Y nacen los zorros, los lirones caretos, más conejos.

Miriadas de insectos, aunque algo menos numerosos que las flores. A las que ondean desde hace un mes, o más, se suman el prolífico rabanillo silvestre, las jaras, y esa gama de amarillos casi violentos que acompaña a las más rús­ticas de las leguminosas, las retamas negras, las carquesias y los tojos o argomas allá en el Norte.

Con todo, aún siguen con nosotros ínvernantes como el bisbíta común y sólo se intuyen las hojas del roble y otros árboles de hoja cuya fronda se renueva anualmente


Abril es también un mes comadrón. Paren ahora las hembras de mamíferos tan simbólicos como el lobo y el ciervo, el corzo y el jabalí, la nutria y la comadreja. Todo ello casi imposible de contemplar, y todavía más lo que en la secretísi­ma hura del conejo, el lirón o los ratones y topillos está pasando. Pero a donde la imagen directa no llega que llegue la imaginación. Porque, ¿será cierto todo esto que pasa en abril?

El abril ornitológico es dulce mezcla, una nueva caricia de plumas y cantos, de ilusiones y construcciones, de músicas y de los silencios que lo hacen posible.

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