OPINIóN
Actualizado 03/04/2017
Redacción

?"y es hora de que empecemos a decirlo, que los mayores enemigos de las mujeres, no son los hombres, como hasta ahora se ha dicho, son las propias mujeres".

El primer día de marzo, en vísperas del Día de la Mujer Trabajadora, el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke, nos felicitó justificando que nuestros sueldos sean inferiores a los de los hombres porque, según él, somos menos inteligentes. Las mujeres, además de indignarse, se sorprendieron. ¿Por qué?

Es normal que este buen hombre, por llamarlo de alguna manera, piense así. Su mujer, que no sé si la tiene pero seguro que sí, porque un político sin mujer, fija o interina, eso es lo de menos, es como un mueble sin una figurita de porcelana, muy inteligente no puede ser para haberse unido a él. Y si se fija en sus compañeras de trabajo, mejor dicho, de la política, botones de muestra que expliquen sus palabras nos sobran en España: tenemos alcaldesas, diputadas y directoras de todo lo habido y por haber que han llegado a sus cargos de la mano de sus maridos; ministras cuyos maridos les dejan coches de lujo a la puerta de casa sin que mengüe su cuenta bancaria y no saben ni cuándo, ni cómo ni quién lo ha pagado; infantas que firman los papeles que sus maridos les ponen delante de los ojos y no se enteran de que se trata de una estafa? y si seguimos con las trabajadoras normales, es decir, las que nada tienen que ver con la política, es tan fácil encontrar compañeras que les pongan zancadillas para medrar a costa de caerlas como difícil que lo hagan los compañeros, salvo que actúen movidos por sus figuritas de porcelana.


Lo que sí sorprende, volviendo a las políticas, es que haya terminado el mes y ninguna de sus compañeras haya pedido su dimisión y no parar hasta conseguirlo, sin duda porque esto de que los salarios de las mujeres en igualdad de condiciones sean inferiores a los de los hombres se aplica en la empresa privada, no en las administraciones públicas y mucho menos en los cargos políticos, de lo que se desprende, y es hora de que empecemos a decirlo, que los mayores enemigos de las mujeres, no son los hombres, como hasta ahora se ha dicho, son las propias mujeres.

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