OPINIóN
Actualizado 02/04/2017
Redacción

Ahora se ha puesto de moda criticar a la Unión Europea, en una simbiosis de los populismos de izquierdas y de derechas. La verdad, en cambio, es que nunca en su historia Europa ha estado tan bien como en estos sesenta años de tratados comunitarios.

Para empezar, jamás ha conocido tanto tiempo sin una guerra entre los países concernidos por la Unión actual. Europa, históricamente, ha sido sinónimo de guerras, hambrunas, persecuciones, exilios y emigraciones a otros continentes. Salvo ahora.

Sin embargo, algo habrá hecho mal cuando millones de ciudadanos, empezando por los británicos, quieren dejar la UE. En cambio, otros cuantos millones de personas de África y Asia pretenden instalarse en este continente, muchos de ellos sin trámites, tratados o acuerdos que lo legitimen.

Y es que, se quiera o no, la UE es el espacio geográfico del mundo donde se vive mejor, existen más derechos civiles y sociales, se respetan las libertades de todos los ciudadanos y se garantizan prestaciones que en otros lugares resultan inimaginables.

De ahí, su crisis actual. De la gigantesca apertura a 22 países más que los originarios de la Unión, de la avalancha de gentes que encuentran en ella derechos que nunca soñaron, de una crisis económica de la que ella no es culpable y de la creciente burocracia que ha sido incapaz de encauzar esas mastodónticas estructuras. Mientras que la UE no supo avanzar en una unidad política e institucional que gestionase tantas expectativas, sus dirigentes han agobiado a los ciudadanos con normas nimias, peregrinas y arbitrarias. En vez de unificar, por ejemplo, su política fiscal o su política exterior, han dedicado lo mejor de su tiempo a regular el tamaño de los tetrabriks o a especificar la composición de la bollería industrial.

De ahí la decepción de unos ciudadanos que últimamente han dejado de vivir tan bien como hace unos pocos años. Por desgracia, algunos de ellos creen que, volviendo a la división, a la fragmentación y a las fronteras anteriores, podrán mantener el nivel de vida alcanzado precisamente cuando superaron todo ello.

Haberles dejado caer en semejante error ha sido, no nos engañemos, la mayor de todas las equivocaciones de la UE.

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