OPINIóN
Actualizado 02/04/2017
@santiriesco

Les crecen niños a los columpios del sol.

Y aunque se estira la luz, empujamos una hora el reloj. Las astenias asoman bajo el humus de las emociones y a las gramíneas no les caben más alergias en la recámara.

Les salen tirantes a las chicas del calor.

Y aunque se tapen los ojos con gafas de sol, dejan al descubierto sus cuerpos, ocultos durante la larga hibernación. Banderas de piel ondean al aire de la primavera. Lanzas enhiestas rinden pleitesía a la belleza.

Le nacen dietas al horizonte del bañador.

Y gente que corre y bebe isótonicos. Deportistas de calentón. Devoradores de ensaladas, cocineros de plancha sometidos a la hervidumbre. Temerosos de sus carnes generosas y traidores del yantar.

Les salen perros a los parques.

Y dueños sin bolsas ni educación. Y aunque apetece ser amable y sonreírle a las aceras, apenas quedan fuerzas para estornudar. Tiempo de jalea real, de noches dando vueltas sin luna llena a quien culpar.

Le brotan toldos a los bares de terraza.

Y crecen las pérgolas en los tejados de las casas, en los áticos del sur, en las aceras de chopitos y un par de cañas. Sombrillas de lona abren sus fauces a la sombra. Los helados asoman.

Le resucitan las alegrías a los adentros rotos.

Debe ser primavera.

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