OPINIóN
Actualizado 30/03/2017
Gustavo Hernández Sánchez

Escritura libre de @CorneliusJojoy

A pocos días de doctorarme y me siento como Thomas Shelby al final de la segunda temporada de Peaky Blinders, pero con la certeza de que el sr. Churchill no está aquí para ayudarme. Nadie moverá un dedo. La vida real es más jodida y se desarrolla sin un guión establecido. Aquí los personajes no sobreviven por los deseos de ninguna audiencia y si te hundes estás en la mierda, nadie va a venir a lo Al Capone para rescatarte como a Nucky Thompson en Boardwalk Empire, ni hablar. Tengo algunos amigos que son unos matones, pero si le hicieran lo que Henrri Hill al tonto que trató de abusar de su novia -en la mejor escena de todas las ficciones de gánsteres (GoodFellas)- seguramente acabarían en la cárcel. Ganas no me faltan, yo también tengo mi propia lista negra.

¿Te doctoras? Unos me dan la enhorabuena, otros me dan el pésame. Leer a Heidegger, Sartre, Camus y otros existencialistas solo me angustia. ¿Es su parecer o el sentido ontológico de nuestra existencia lo que me inclina hacia la angustia? Qué más da, la vida también es diferente fuera de los libros. En ella los designios de lo cotidiano nos llevan por caminos más inverosímiles que un guión de una serie o de una película, que cualquier ficción filosófica: ¿caos, estructuras...? Y yo que hostias sé, ni cogito ni nada. ¿Nada? Nada, Sartre. Byung-Chul Han lo tiene todo mucho más claro, dice que todo está perdido, que Negri está tan alejado de la realidad como la multitud de propiciar cualquier tipo de alternativa, y probablemente esté en lo cierto. Pero... ¿Por qué no es él quién se equivoca? ¿Cómo puede demostrármelo? En este mundo todo lo gobierna el dinero. La(s) izquierda(s) también se encuentran perdidas en este régimen esquizofrénico de la hipermodernidad (o de la postmodernidad), y no les culpo. ¿Quién no lo está? Necesitamos a héroes como Olmo Dalcó o Anita Foschi de Passolini y no la basura neoliberal de Netflix. ¿Plata o plomo? Venga ya, si no hemos visto un trasto en nuestra vida... y nos pasaría lo mismo que a Froilán de tenerlo. Nuestros padres tenían a Argala, a Kortatu, al Ché y... ¿nosotros? ¡¿A Zizek? Laclau?! Es un salto cualitativo hacia la derrota. ¿Entonces qué? Entonces nada.

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