OPINIóN
Actualizado 29/03/2017
Juan Sebastián González

Muchos son los pintores que han manifestado abiertamente su afición por la música, ya sea en la vida cotidiana o a través de su producción, y posiblemente sea el gremio que más goza de ella mientras trabaja. Pero lejos de servir meramente como fondo sonoro, la música inspira, presta determinadas situaciones, invita a desmadejar sus misterios y ofrece su lenguaje al oído del pintor, escultor o dibujante. No es raro encontrar en las artes plásticas referencias musicales que, lógicamente, no tienen porqué traducirse en objetos o elementos que las evidencie, como ocurre en los bodegones de Picasso o Juan Gris. Se trata de un procedimiento mucho más sutil, producto de un proceso introspectivo que ilumina al artista hasta llegar a participar de las mismas ideas y compartir la conciencia del compositor.

ROJO: fuerza, energía, impulso. Suena a trompetas acompañadas de tubas.
AMARILLO: excéntrico, agresión, agudo y penetrante como una trompeta tocada con toda la fuerza.
AZUL: concéntrico, introvertido, el azul más claro corresponde a la flauta, el azul medio al violoncelo y el oscuro al contrabajo.
VERDE: tranquilo, sin matices, tonos de violín.
NARANJA: campana llamando al ángelus, barítono potente, viola interpretando un largo. VIOLETA: corno inglés, gaita, cuando es profundo es un fagot.
NEGRO: silencio eterno, musicalmente una pausa completa y definitiva.
BLANCO: frío, infinito, no-sonido, pausa musical.

A pocos días de escuchar y representar a Der Freischutz ( obertura ) de C.M von Weber, Nana de J. Brahms o Viva Verdi de G. Verdi/ Arr. J.G. Mortimer?entre otras.

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