OPINIóN
Actualizado 29/03/2017
Redacción

Amanezco escuchando por la radio una tertulia de cuatro mujeres que podrían gozar de cierta relevancia pública (se celebraba el día de la mujer). Y las ondas se llenaban de argumentos resabidos de lucha, desigualdad, citas históricas y múltiples exageraciones. Cada una hacía un recorrido desde su iluminación feminista hasta su firme posicionamiento actual. Una de ellas lo hacía desde la plataforma de juezas para la democracia. No sé bien si esa misma u otra se jactaba de que una hija suya de ocho años hubiera decidido no ir al colegio más con uniforme. Y supuse que la pequeña iba a un colegio de pago donde las uniformaban muy a su pesar. Un colegio elegido por la madre, naturalmente. No sé después si la madre atendió la súplica de la niña y la dejó ir sin uniforme, o si la cambió de colegio. Pero de ahí a inferir (como hizo) que la pequeña sale feminista por ese motivo va un largo trecho. Pueda ser caprichosa sin más. En primer lugar que cuando una madre elige lugar de enseñanza, lo elige por algo más, uniforme incluido. Y ponerse delante de la puerta del centro en cuestión sin uniforme en plan protesta, me parece una de las mayores necedades que se puedan hacer a la puerta de cualquier lugar (y sobre todo cuando los demás niños sí van contentos con el uniforme). Y cambiar a la niña de colegio sólo por llevar un uniforme y no otro (que ese viene a ser el origen del lamento, que la niña quiera desuniformarse como sus amigas del parque), pues no deja de ser también otro capricho.

También en la tertulia se invalidaba con peregrinos argumentos toda la historia de la filosofía occidental (y la historia misma), porque estaba escrita y vista desde la perspectiva del varón (ahora resulta que el ser de Parménides es masculino y tiene poco de femenino). Que había historias de mujeres no escritas y proscritas mucho más certeras que las contadas por hombres. Algo así como una conspiración universal desde Pericles para cargarse la opinión de las mujeres. Y yo, escuchando todo eso a las siete treinta de la mañana. Humor el mío. Y que Montesquieu vaticinó y corrigió todo esto (¿?) y abrió las puertas de la Ilustración al feminismo. Esas entre otras lindezas. Afortunadamente conozco muchas mujeres muy inteligentes y preparadas que trabajan bien (algunas son jefas y lo ejercen y otras subordinadas, o trabajadoras de casa), que no protestan tanto, que van de normales por la vida y no necesitan subterfugios para reivindicarse. Gloria a todas esas.

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