OPINIóN
Actualizado 27/03/2017
Isabel Muñoz

Este miércoles por la tarde salimos en autobuses litera, chicos y educadores para Inglaterra y Escocia. En Londres hemos quedado con una antigua alumna que vino a Santiago Uno por protección y ahora está trabajando en un hotel en Londres y estudiando Psicología y en Edimburgo con un profesor de Universidad que está haciendo su tesis doctoral sobre nuestras casas escuela.

Viajar ayuda a abrir la mente, ayuda a conocer otras culturas y otras lenguas. No es lo mismo hablar del Brexit que sufrirlo como nos pasará a nosotros al coger el eurotúnel. El referéndum oponía la salida de la Unión Europea al Remain, la permanencia.

Experimentaremos la limitación del libre movimiento de personas por Europa, viviremos las consecuencias de crear fronteras en vez de quitarlas.

Viajar es una forma de educación política, un crear conciencia de las injusticias y de la riqueza de la diversidad. Aprender del diferente e interesarse por su historia nos humaniza y nos hace más sabios. El enamorarse de otras culturas, de personas de distinta raza, mezclarse, hacerse mestizos. Todo eso redefine la historia y nos ayuda a curar rencores.

Las guerras surgen por intereses económicos y por imposición de fronteras fundamentalistas que siembran el odio y los miedos. Creernos superiores a los demás o con más derechos es una contribución a las injusticias. Nadie posee a nadie y nadie es dueño de ningún país.

No estoy de acuerdo con las posturas nacionalistas fronterizas. En un mundo globalizado hay que respetar las diferencias individuales y colectivas. Hay que proteger las singularidades, pero no generando odios y clases privilegiadas.

Viajar por Europa y el proyecto de Cooperación en Marruecos hace de nuestros chicos ciudadanos del mundo de pleno derecho que con su aguda sensibilidad se inspiran para querer aprender y colaborar a aportar su granito de arena hacia el bien común.

Viajaremos como una familia de ochenta miembros. Hablaremos inglés, pasearemos por Trafalgar square, montaremos en bici por Edimburgo e iremos a la piscina climatizada de Cambridge entre otras muchas aventuras, estrecharemos lazos de convivencia entre educadores y chicos.

Esta escuela viajera e itinerante donde nos moveremos estudiando, cantando, bailando y haciendo malabares, nos permitirá cansarnos de otra forma después de habernos examinado en nuestras respectivas formaciones profesionales.

Nos alimentaremos de otras realidades para ayudar a sanear una democracia con resultados sospechosos hacia la intolerancia y un despotismo no ilustrado.

Nuestros chicos tendrán unos momentos de atención especial con sus educadores y con hijos de los mismos que también asisten, buenos momentos de terapia para el alma.

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