El mirlo canta en la zarza
del huerto de tío Ismael
y pone en el aire notas
de festivo, por doquier.
Yo lo miro ensimismado,
antes me ha visto a mí él
y vuela a ocultarse, lejos,
donde no lo pueda ver.
Se deja ver y, al instante,
vuela a ocultarse otra vez
en el alma del espino,
en la zarza, en el endrino
o en lo alto del laurel.
Canta cuando viene el día
y canta al atardecer,
cuando el tiemblo del badajo
la campana hace tañer.
El mirlo canta en la zarza
del huerto de tío Ismael
y pone en el aire notas
de festivo por doquier.
Carlos Blanco