OPINIóN
Actualizado 26/03/2017
Redacción

Desde adolescente comencé a intuirlo de un modo íntimo y sólido: leer es el medio más eficaz de hacerse culto, de adquirir una cultura profunda y no convencional, una cultura en que la propia personalidad actúa de pleno.

Porque la lectura es siempre personal. No hay dos lectores iguales. Cada lector, en la medida en que lee de un modo continuado, sin prisa pero sin pausas ?como diría el gran Juan Ramón Jiménez?, va trazando una suerte de cartografía invisible, que es intransferible y personal, enteramente propia.

Y tal cartografía lectora define a cada uno, dice más cosas de uno mismo, que su modo de vestir e incluso de abordar los días. Porque ?como, cuando vamos a coger una de una cesta, una cereza se enreda con otras varias? un libro llama a otros libros, un autor nos lleva a otros autores. Y, así, se va configurando nuestro ser de lectores.

Siempre les decía a mis alumnos ?cuando los incitaba, de continuo, a que fueran lectores? que una persona culta es aquella que ha leído unos dos mil libros, por ejemplo, y el poso que queda en ella de tales libros, cuando ha olvidado sus argumentos y asuntos, eso es la cultura.

Que no es una reliquia, sino un activo ?enteramente personal, pero, al tiempo, compartido por la comunidad? que nos ayude a ver, comprender, enjuiciar y valorar el mundo y a los demás seres humanos; esto es, nos ayuda, la cultura de que hablamos, a adquirir, mantener y ejercitar ese espíritu crítico que es una de las grandes aportaciones europeas modernas a la cultura universal.

Desde hace ya años, desde nuestros tiempos universitarios, tenemos, dentro de nuestra particular práctica lectora, la costumbre de leer cada verano ?entre otros libros? una novela extensa e incuestionable de la literatura universal. Este verano pasado, realizamos la lectura de 'Guerra y paz', la obra maestra del ruso León Tolstoi y una de las novelas más valiosas de la literatura de todos los tiempos.

Nos conmocionó, no tanto por el sustrato histórico de su asunto (la resistencia del pueblo ruso a la invasión napoleónica), cuanto por una serie de tipos humanos, de actitudes humanas ante la vida. Tolstoi expresa ya en ella ese hondo sustrato religioso que se fue acentuando en él a lo largo de su vida y ese compromiso con los campesinos, que desarrolló en una suerte de comunitarismo, en sus propiedades agrarias, por el que también es conocido.

Hemos querido, tras la lectura, profundizar en la vida, obra y personalidad de Tolstoi. Y, al realizarlo, al tirar de esa cesta de las cerezas, esto es, de los libros, leímos una obra, bellísima y profundísima sobre el escritor ruso, titulada escuetamente 'Tolstoi', del escritor austriaco ?de cuya obra hoy se están realizando bastantes reediciones? Stefan Zweig, cuya lectura recomiendo vivamente a los buenos lectores. Así como otra ?una biografía novelada? del escritor francés Henri Troyat, titulada 'Tolstoi. Juventud, viajes y amores'.

Leer. Una importantísima tarea que nos humaniza y nos hace mejores. Pues la lectura, como la cultura, es el antídoto más eficaz contra la barbarie.

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