OPINIóN
Actualizado 22/03/2017
Elisa Izquierdo

Por primera vez el mundo me da bastante miedo, o más bien rechazo. Por primera vez no conozco la tierra que piso ni las caras que me cruzo por la calle. Por primera vez no distingo entre humanos y seres extraños. No sé si es porque ya dejé la infancia muy atrás y con ello todos esos esbozos de un mundo sonriente y limpio. O simplemente porque realmente cada día se hace más inhóspito e inhabitable. Por primera vez me siento una parte del todo y no un eslabón aparte. Siento que el dolor del mundo es mío, es nuestro. Me duele saber que las noticias, aunque siempre extravagantes y en búsqueda del morbo fácil, tienen una parte de escocida verdad que se clava en nuestra piel. Pero más me duele el trato que se le da a la información, enrevesándola, con doble moral, con ganas de hacer de las desgracias el divertimento de los que no las sufren. ¿Es realmente necesario hacer esa violación de la información? ¿Es necesario hacer del dolor de unos pocos la satisfacción hipócrita de muchos? Cada vez buscando y rebuscando más carne que devorar entre los desechos de un vertedero que ya apesta por sí solo. ¿Acaso no pensáis en los niños? ¿Acaso no pensáis en las familias protagonistas de esas noticias? No. No pensáis en el daño que puede hacer el chisme, el "pásalo a todos tus contactos", las ganas de rascar en la herida.

Nos hemos vuelto insensibles, indiferentes, y miserablemente poco humanos, o demasiado deshumanizados. Ya no sé qué pensar de este mundo que cada vez me es más ajeno. A veces estamos en una especie de cuerda de equilibrista entre la realidad y la realidad creada por el hombre. La realidad virtual, de la información o más bien de la desinformación. Y es que ya no distinguimos, tratamos cada cosa como si se tratara de algo pasajero, destripamos las noticias hasta la saciedad y luego hacemos como si nada. ¿Cuánto importan los escándalos? Como mucho una semana. Y después volvemos a nuestras vidas como si las que tienen que ver con las noticias no siguieran en la misma o peor desesperación. Me da miedo ver a personas de mi edad e incluso más jóvenes, hablando de cosas que leen y oyen como si se creyeran todo lo que les echan al plato. Y lo afirmo porque son esas mismas personas las que, argumentándoles lo contrario de lo que dicen, también te dicen que sí sin reparar en su contradicción. Qué fácil es manipular, y sobre todo a unas mentes tan endebles y sedientas de "saber" barato y de noticias de mercadillo. Mentes que no se ocupan ni se preocupan. Y eso me preocupa. Me preocupa y mucho. El clic fácil, el hablar sin saber un ápice, el retuitear el tuit del que tiene más eco, el hacer que eres de un grupo y de una ideología porque los argumentos a voces suenan muy bien. El hacer sarcasmo en vez de hacer conciencia. El criticar las causas que no nos corresponden y no autocorregirse.

¿Qué está pasando? Cada segundo, cada minuto, cada hora hay millones de noticias sobrevolando nuestras cabezas. ¿Y entonces? Entonces es imposible no chocarnos con alguna en nuestra muy común y aburrida existencia, e intentar posicionarse de alguna manera. La necesidad de hablar, de contar, de presumir de valores, de jactarse de la desgracia ajena y de echar tierra fuera. Perdemos tantísimo tiempo en este tipo de cosas...pensando que arreglamos el mundo contando desgracias y poniéndole ese punto de sal y picante. Pero no, porque todos nos enteramos de todo, solo que cada uno lo interpreta a su manera. Y ese rebote de información solo nos ensucia los ojos y no nos deja ver la realidad. Perdemos tanto tiempo entre mucho ruido y pocas nueces. Porque así no se arregla el mundo, y aún menos nuestra conciencia. Debemos pararnos y escuchar, observar, dejar de hablar tanto retransmitiendo lo retransmitido y haciendo bola del grano de arena. Por favor, seamos conscientes de lo delicada y frágil que es la información en nuestra era. Dejemos de exponernos, cuidad vuestras palabras y sobre todo el cuándo, cómo, dónde y con quién (o en qué red social ya que estamos). Por favor, vuestras palabras pueden manchar lo ya manchado o nublar lo que podía esclarecerse. Somos parte de un todo. Seamos críticos, contrastemos, comprobemos, y sobre todo, empaticemos antes de abrir nuestra preciosa boca.

"Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz"

Leonardo da Vinci.

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