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Actualizado 21/03/2017
Higinio Mirón

VITIGUDINO | El acto estará amenizado por la representación de la obra 'Teresa, la jardinera de la luz' a cargo del grupo de la ONCE Lazarillo de Tormes

La Cofradía San Nicolás de Bari presenta este sábado en Vitigudino el cartel anunciador de la Semana Santa 2017. El acto será en el centro cultural a partir de las 20:00 horas y estará amenizado por la representación Teresa, la jardinera de la luz, obra de Denis Rafter y que representará el grupo de la ONCE Lazarillo de Tormes.

El programa de la Semana Santa vitigudinense arrancará el Domingo de Ramos, 9 de abril, con la procesión de ramos desde la plaza del Convento a la iglesia parroquial, primero de los actos procesionales y para el que se prevé la participación de niños vestidos de nazareno y portando palmas blancas.

El grueso de la Semana Santa Arrancará el Miércoles Santo por la noche con la procesión del Cristo de la Agonía, para continuar Jueves y Viernes Santo con distintas procesiones, para concluir en la noche del Viernes Santo con la procesión del Silencio.

'Teresa, la jardinera de la luz'

El montaje del dramaturgo irlandés, Denis Rafter, surge con motivo de la celebración en 2016 del quinto centenario del nacimiento de Teresa de Jesús. Su puesta en escena por toda la geografía salmantina, y más allá de sus límites, es fruto del acuerdo de colaboración entre la Consejería de Cultura y la ONCE.

El guion de Teresa, la jardinera de la luz, contiene un texto dramático, tan logrado en contenido y forma, que mantiene a los espectadores abstraídos durante la aproximadamente hora y cuarto que ésta dura, y que en opinión de los que la ven, resulta escasa, dado lo que en ella se ofrece. Denis Rafter, director y guionista, con la colaboración de todo su elenco de actores, ha conseguido un conjunto de excepcional belleza. A la precisión y buena trabazón del texto, hay que añadir la elegancia estética de su puesta en escena, que dota a la obra de un dinamismo casi estático que sin embargo es capaz de mover cuerpo y alma hacia la época a la que se nos trasporta. Nos referimos al siglo XVI, durante la mayoría del cual vivió Teresa.

La escenografía es sencilla. Hermanas carmelitas en sus hábitos réplica exacta de los vestidos en el siglo XVI. Lo mismo sucede con el órgano que toca un actor ciego, al igual que lo fue su personaje, el maestro Salinas, coetáneo de Teresa de Jesús. Está tan logrado que parece que se hubiese traído de la misma Catedral Vieja. Nuestro famoso inquisidor, de riguroso negro, y subido en su púlpito, parece una metáfora viva de los obstáculos a los que la vida nos obliga a enfrentarnos. En realidad, todo el espectáculo en sí es una imagen exacta de lo que la mayoría de los que comparten sus días pueden sentir. Era emotivo ver cómo a lo largo de la obra se nos habla de complicidad entre las paredes de un edificio; de textos escritos a lo largo de una vida para expresar amor, dolor, indignación; de muchas historias contadas sobre todos los caminos hechos a lo largo de una larga existencia, y no sólo en su vertiente física, sino también en nuestros propios recorridos interiores, de los que tanto habló la carmelita para enseñar a sus monjas. Y son éstas, las que al final de los días de su madre vuelcan todo su ser en la tarea de cuidarla, acompañarla en su vejez y enfermedad y ante todo defenderla por encima de cualquier cosa que pueda hacerle daño. Las escenas finales supusieron momentos de impactante emotividad por el profundo entendimiento de lo que allí sucedía.

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