OPINIóN
Actualizado 20/03/2017
Ferenando Segovia

El pasado 4 de marzo me hicieron un homenaje por iniciativa de los Scouts de Castilla y León, con los que tanto tiempo hemos trabajado, gozado y sufrido juntos. No es bueno hablar de uno mismo, salvo para agradecer a tantos amigos y compañeros de exploración el que se acordaran de mí. Así como el trabajo pedagógico en el Escultismo siempre es y debe ser en equipo, este homenaje debo compartirlo con todas las personas que hemos intentado trabajar por los niños y jóvenes de nuestras diócesis mediante la potente herramienta del Escultismo.

A modo de anécdota debo señalar que los organizadores tuvieron suerte. Lo habían preparado tan bien y con tanto secreto que estuve a punto de no asistir a mi propio homenaje. No por falsa humildad, ni mucho menos por desprecio, sino simplemente porque había vuelto a contraer una otitis que me traía mártir, cansado y medio sordo. El sentido del deber me llevó a asistir a la Eucaristía, más que nada por aquello de que uno es cura y podría ocurrir ?no habría sido la primera vez- que no hubiera otro para celebrarla. Lo había, Chusma, joven sacerdote de Valladolid, y eso permitió que me quedara y les permitió a ellos darme la sorpresa. Eso me calentó el corazón, pero no me abrió el oído y tuve que practicar las virtudes scouts de la observación y la intuición.

Fue muy emotivo encontrarme con antiguos compañeros: Chema Hernández Díaz, Rafael Mulas, María Antonia de Juan Gamalie, Agustín Matía Amor, Emilio Martín, Mirentxu, Inés Sánchez Pablos, Josean, Boris, amén de todos los jefes de Grupo de MSC Salamanca y de las demás diócesis de Castilla y León y el recuerdo entrañable contenido en el video y los mensajes de los antiguos miembros del Equipo Nacional de MSC y del anterior de Scouts de Castilla y León, personificado en Maite. Es muy probable que mi estado febril de ese día me haya hecho olvidar otras muchas presencias significativas.

Un homenaje como el recibido, creo que me da derecho a dos cosas: a seguir trabajando en la medida de mis posibilidades, cada vez menores, y a plantearme una honrosa jubilación. Jubilación sin empleo, porque sueldo nunca hemos tenido en los scouts; o el sueldo ha sido la satisfacción, no pocas veces dolorosa y dolorida, de trabajar en esta parcelita del Reino de Dios, de la Iglesia y de la Sociedad que ha sido y es el Movimiento Scout Católico.

Muchos años han sido los que he dedicado a los jóvenes en el escultismo católico, siempre dentro de mi tiempo libre, pues mis jefes nunca consideraron la posibilidad de liberarme ni a tiempo completo ni a tiempo parcial para esta tarea. Ni a mí, ni a ningún otro en España, que yo sepa y recuerde. En otros países, cercanos, ha sido diferente. Tal vez ha sido mejor así, porque los consiliarios hemos podido ejercer nuestra misión con más libertad, a partir del testimonio y sin ningún derecho especial "por razón de cargo". Con tantas limitaciones, y sobre todo por opción conscientemente asumida y tematizada, no nos ha quedado otra que trabajar en equipo, "a partir un piñón" con los laicos, bajo la presidencia de hombres y mujeres generalmente más jóvenes que nosotros, pues en el Escultismo Católico presidentes o presidentas y consiliarios, ambos, son nombrados por el obispo, pero quien manda es la presidencia. Y así, incluso institucional y estatutariamente, el sacerdote consiliario ha tenido que practicar la virtud cristiana y scout del espíritu de servicio.

El Movimiento scout no es un movimiento juvenil, sino un movimiento de educación integral, que se apoya en la libre decisión y el tiempo libre de jóvenes afiliados, responsables y padres. Pero está plagado de niños y jóvenes, lo que concede una característica especial a este y a cualquier homenaje: la provisionalidad. Cuando se trabaja con jóvenes, lo hecho hasta ahora no es garantía de éxito futuro. Y podría darse el caso de que, antes que después, yo tuviera que aceptar y asimilar un fracaso y reconocer los errores cometidos. Hay que estar preparado para ello, aunque se tenga la conciencia de haber trabajado mucho. Lo nuestro es sembrar y bien pudiera ser que esa semilla diera fruto a muy largo plazo o se quemara por el camino, pues no en vano es una semilla de libertad. Contamos con la voluntad de Dios y con la libertad de los jóvenes, pero no nos es dado manipular ni la una ni la otra.

Antonio Matilla, consiliario scout.

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