OPINIóN
Actualizado 16/03/2017
Juan Sebastián González

Quedarnos absortos delante de un cuadro, cerrar los ojos al sonido de una melodía, dejar caer una lágrima con los créditos de una película, el arte entra en nuestras emociones para producirnos una reacción, cuyo origen se encuentra en la interpretación del cerebro sobre el mundo físico, de la que depende nuestra consideración sobre la belleza

Para llegar a producirnos placer, rechazo o relajación, la interpretación que el cerebro realiza sobre una pintura supone un largo proceso, desde la retina al cerebro, en el que la información se transforma a partir de pasos intermedios hasta activar las zonas relacionadas con la interpretación del arte, como la corteza parietal y la corteza prefrontal.

La cuestión de si hay características que hacen que un objeto sea bello ha sido debatida durante miles de años por artistas y filósofos del arte, pero sin llegar a una conclusión satisfactoria. También ha sido así con la cuestión de si tenemos un sentido abstracto de la belleza, es decir, una clase de percepción subjetiva que despierta en personas distintas la misma potente experiencia emocional independientemente de si su origen es, por ejemplo, musical o visual.

La idea fundamental es que cada acorde, sonido, pincelada o pintura tienen elementos explícitos y/o componentes que forman, a su vez, conceptos tales como la velocidad, ritmo, dinámica, densidad, aceleración, tesitura, etc.
La Pictomusicadelfía, como instrumento de interrelación entre la música y la pintura a través del análisis de los medios técnicos y expresivos quizás pueda ayudarnos a abrir una nueva vía personal de pensamiento y de exploración del mundo perceptual y emocional que nos rodea.

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