OPINIóN
Actualizado 16/03/2017
Redacción

En el marco de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Valencia, la filósofa africana Antonioette Kankindi ha impartido una conferencia sobre el liderazgo de la mujer africana. Por su trayectoria intelectual y profesional ha recibido varios premios internacionales que reconocen su trabajo en la defensa de la Igualdad y Promoción de la mujer. En su trabajo, para capacitar a mujeres congoleñas en el desarrollo de iniciativas empresariales, plantea la necesidad de un «feminismo inclusivo» que no se limite a diferenciar, segregar, dividir o establecer cuotas. Las jóvenes empresarias con las que trabaja son dinámicas y se sienten atraídas por este feminismo inclusivo cuyo horizonte ético y político está en la justicia social, la equidad y el bien común.

Esta y otras nuevas formas de liderazgo están marcado distancias con la política de cuotas que segregan. Para esta congoleña, el feminismo inclusivo africano tiene que responder a dos desafíos formativos importantes. Por un lado, todos los problemas derivados de la descolonización y la reconstrucción de las identidades culturales. Por otro, los problemas derivados de una globalización imparable que requiere enfoques inclusivos, integradores y capacitadores de todas las personas, sean varones o mujeres.

Hacía estas reflexiones pocas horas antes de que, con el apoyo de todos los grupos menos el PP, Les Corts derogaran la Ley de la maternidad promulgada después de una iniciativa popular avalada por más de 80.000 firmas. Una derogación con la que ha culminado una semana desconcertante para el presidente Puig y la vicepresidenta Oltra, quienes, también esta semana, han descubierto que no ha existido paridad en la elección de los miembros propuestos para el Consejo Jurídico Consultivo. Después de los ríos de tintas y las mutuas acusaciones de los últimos meses, resulta que la propuesta se frena en seco por razones de paridad en la designación.

La derogación de esta ley y los pocos criterios con los que está trabajando el gobierno valenciano no son propios de ningún feminismo democrático que pueda tener tal nombre. Como mucho, un feminismo 'de butigueta' amparado en cuotas, segregaciones y marginaciones; un feminismo de cortos vuelos que no tiene nada que ver con los derechos de la mujer, con la igualdad real o con la justicia social. Resulta contradictorio que tengamos un cartel en el Palau de la Generalitat en el que se proponga una igualdad 'real' y por otro lado se esté practicando un feminismo que olvida la capacitación o la inclusión al ser un feminismo 'de amiguetes'. Un feminismo poco democrático que no busca el bien común al que se remitía Kankindi sino el amiguismo en ejercicio del poder, muestra de un gobierno fragmentado y con poco criterio en cuestiones de igualdad real o justicia social.

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