Quiero tenerte cerca cuando florecen los almendros
tener de tus besos mi aliento, de tus manos la ternura,
quiero sentir como se deshiela la nieve de las cumbres,
sobre tu cuerpo de nácar, derramada y dispersa.
Mientras florecen, juega con ellos la luz del Universo
extendida en la orilla del sueño entre guirnaldas rosas,
y en las montañas, la nieve como recuerdo, sutil visitadora,
se diluye al tiempo que se ve nacer la primavera.
Déjame, con el aire, soñarte en las laderas de tu cuerpo,
adornada y bella, efímera de instantes en tu universo eterno,
en alas de ternura, de caricias y lágrimas, de frutos
del amor, que en tu corazón derrama la tarde prisionera.
Quiero tenerte aquí, cuando florecen los almendros,
cuando un año más regresen, como los amores perdidos,
y ver llegar el tiempo prendido del suspiro de tus labios rosas,
mientras caen las flores, y el arroyo sueña.
Plena de luz, la aurora, anuncia que regresa la primavera,
arropada de pétalos que en aire vuelan y vienen hasta mí,
como un beso, cuando tu regresas, permanente y dispersa,
por puentes de olvido que me llevan de nuevo a la aurora.
Quiero que estés aquí, cuando florezcan los almendros.
Porque tú enciendes la tarde, el volar de las aves, las estrellas;
tú enciendes la mañana, como un beso, cuando tú te muestras.
Desde la ventana, se ven caer las flores del almendro
los pétalos bailan en el viento al despertar la aurora.
Y te veo hecha regreso, brillas entre los árboles, vives y mueres,
te haces fugitiva de luces y de sombras, junto a los almendros,
copa de agua en mis labios, brisa que sopla, fuego ardiente
en el que el amor rebosa, y, a las orillas de la tarde, crece.
Quiero que estés aquí, cuando florezcan los almendros.