OPINIóN
Actualizado 15/03/2017
Carlos Aganzo

La industria del entretenimiento, que por antonomasia representa Hollywood, mantiene una relación de ida y vuelta con los espectadores. Por un lado, impone modas, pautas de comportamiento, estilos de vida, pero, por otro, capta el sentir de la calle, las tendencias que mueven los hilos de la vida ordinaria. Es consciente que para su éxito debe saber conectar con la audiencia, nunca caminar por sendas procelosas, ni ofender sensibilidades bien arraigadas. Sin embargo, a la vez, arriesga a la hora de promocionar pautas que inicialmente son patrimonio de minorías, y lo hace para disparar el consumo de un determinado producto o para imponer valores poco extendidos o incluso escasamente aceptados. Se trata de apuestas arriesgadas que no siempre salen bien, aunque en la mayoría de las ocasiones no den palos de ciego.

En un lapso muy breve dos películas de estreno llaman mi atención por solapar tramas y mensajes que, si no distan de la tradicional venta del sueño americano, incorporan elementos acordes con los tiempos que corren. Desde el peso en la vida de cualquier individuo de una infancia que se desarrolla en un ambiente hostil hasta la superación de numerosas vicisitudes que se logran gracias a conductas solidarias de personas puntuales y, fundamentalmente, al esfuerzo personal. En medio, personajes desvalidos con problemas evidentes de aprendizaje en el seno de sociedades violentas donde apenas hay atisbos de bondad, que son además profundamente desiguales, y que dibujan un panorama atroz de soledad entre los millones de seres que configuran el enjambre humano.

La oscarizada Moonlight y Lion, que se asienta a caballo de la India y de Australia, son dos películas distintas que, no obstante, tienen una lectura similar. Ponen de relieve los flancos de la lucha del sálvese quien pueda sobre la base de trayectorias vitales aisladas en las que, ante instituciones públicas que "no se enteran", solo la muy individual pulsión por los sentimientos emanados en lo más íntimo de cada uno puede ser garantía de una supervivencia que se vuelve cada vez más agónica. Una existencia que reivindica un hueco en un mercado de trabajo alienado, donde la expectativa es hacer algo para ir tirando, sea con el trapicheo de la droga o en la cocina de un restaurante popular. Personajes siempre en el límite a los que su color de piel no facilita las cosas y cuyo significado se ocupa de enfatizar el cine.

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