OPINIóN
Actualizado 12/03/2017

Estoy en el Caribe. Así dicho suena de maravilla, y es verdad. Pero también lo es que estoy trabajando en Honduras, uno de los países con el índice de asesinatos e impunidad más disparatado del planeta. Las playas blancas de arena fina y mansas aguas cristalinas supongo que las veré desde el coche, o desde la avioneta. En realidad estoy escribiendo desde casa, en Madrid, con las niñas peleándose en el salón. Quieren jugar con la misma muñeca. Son hermanas.

Durante las dos semanas que estaré grabando misioneros y misionados en este paradisíaco y maltratado país centroamericano celebrarán su cumpleaños varios compañeros, amigos y familiares. De modo que me he dicho: venga, tío, haz un poco de nepotismo digital de columna y aprovecha para programar tu felicitación. Puede ser un regalo original. Y a lo mejor hasta les gusta.

Y en estas ando, con la maleta a medio hacer y dejando por escritos mis mejores deseos para que se publiquen el 12 de marzo, día del cumpleaños más importantes de todos los cumpleaños, el de mi madre. Una fecha que tengo grabada a fuego en el alma, después de que un año mi padre me llamase al día siguiente para preguntarme qué día había sido ayer. Martes, le contesté. Sí, me dijo. Martes, pero qué día. Y con toda mi pachorra le dije que 12. Muy bien, hijo, sonaba su voz al otro lado del teléfono. Él en Madrid, yo en Salamanca. "¿Y qué pasa el día 12 de marzo, caiga cuando caiga?" Me quedé en blanco. Mi padre no acostumbraba a utilizar la mayéutica socrática, era más dado al "porque lo digo yo que soy tu padre". Entonces me cayó un chorreo telefónico impropio de él, más que nada porque odiaba comunicarse por estos aparatos y porque le parecía que cada minuto le iba a costar un ojo de la cara. Era conferencia.

Aquel miércoles, 13 de marzo de 1991, era el día siguiente al 50 cumpleaños de mi madre. Y yo, a punto de cumplir 20, había olvidado felicitar a la persona que me dio la vida. Aún hoy no me acabo de perdonar aquel infausto despiste. Quizá por eso me haya propuesto dejarlo aquí escrito y programado para que el domingo, 12 de marzo, alguien le haga llegar estas líneas llenas de besos con un abrazo largo, como el que le di no hace tanto después de llegar hasta su casa en moto sólo para eso, para abrazarnos.

Felicidades mamá. Y que cumplas muchos más.

Y ya que estoy, aprovecho y felicito a mi suegra querida con la que tanto me gusta discutir. Y a mi hermano Félix Miguel le mando un abrazo desde Honduras a Filipinas. También un tirón de orejas a mis compañeros de tecla en el programa, a Ricardo y Julián. Felicidades a todos los que os nacieron en marzo. Brindaré con una Salvavida, que es la cerveza más apropiada para el momento y más popular en el país de los catrachos. Feliz día, feliz vida.

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