OPINIóN
Actualizado 10/03/2017
Manuel Rodríguez Fraile

A no mucho tardar, si seguimos a este ritmo, nos van a faltar día en el año para conmemorar acontecimientos, ese y no otro es el fin de los días mundiales, internacionales o nacionales que como un rosario algo rutinario ya, se suceden mes tras mes. Hay una amplia variedad de cuestiones sobre las que queremos fijarnos al menos una vez al año, cuestiones que van desde el Día Mundial de la Nieve (19 de enero) hasta el Día Nacional del niño con cáncer (21 de diciembre)

Hay días curiosos, por decir algo, como el Día del Orgullo Zombi (4 de febrero), el Día Mundial de la Marioneta (21 de marzo), el del Sushi (18 de junio) o el Día Mundial de la Sonrisa (7 de octubre). Y otros ya muy consolidados como el de la lucha contra el cáncer (4 de febrero), el Día Mundial del Trabajo (1 de mayo), el Día Universal del Niño (20 de noviembre) o el que celebramos el pasado 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Yo me pregunto si todo esto sirve para algo y no tengo una respuesta clara.

Porque si el día 8 el protagonismo fue para las mujeres, con especial atención a la violencia de género y sus dramáticas consecuencias, apenas 24 horas después debemos fijar nuestra atención en las personas con enfermedades renales que en 48 horas dejaran paso a las víctimas del terrorismo. Colectivos distintos, problemas diferentes que dispersan nuestra atención, que dificultan debates serios e imposibilitan fijar ideas e interiorizar mensajes, debilitando los resultados perseguidos.

Si el día 8 asistimos indignados y atónitos a la salvaje paliza que un animal ? en ningún caso merecedor del adjetivo "racional" ? propinaba a una menor de apenas 17 años. Si ese ser - en ningún caso merecedor del adjetivo "humano"- fue capaz de actuar con tal ensañamiento, con tal violencia gratuita y quedar impune pues su pena se ha limitado a una orden de alejamiento, si estos individuos repulsivos y cobardes pueden campara a sus anchas, inlcuso llegar al asesinato, es síntoma de que algo está fallando en nuestra sociedad.

Pero el tiempo apremia, ya no hay posibilidad de analizar los porqués, ahora llega el turno de los enfermos renales y en un par de días serán las víctimas del terrorismo, así que casos como el de la brutal agresión a esta chica deben ser aparcados hasta el próximo año.

El 10 de diciembre de 1948 ¡hace casi 70 años! la Asamblea General de las Naciones Unidas, adoptaba y proclamaba la Resolución 217 A: Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una Declaración que en unos pocos considerandos y 30 artículos recoge los enunciamos de todos y cada uno de los días mundiales, internacionales, europeos o nacionales. Una Declaración que se leen poco, pero que nos concede a TODOS: el derecho a la vida, a la salud, a la educación, a la no discriminación, a la seguridad, al trabajo, a la maternidad, a la infancia, etc.; entonces ¿para qué tantos días de conmemoración?

Mi propuesta es que al menos una vez a la semana se lea, leyamos, se hable, hablemos de ellos, porque contienen lo que mejor nos define como seres humanos, de hecho contiene lo que nos hace humanos. Hay que releer una y otra vez sus artículos en voz alta, semana tras semana, año tras año, remachando los mensajes, escrutando sus contenidos, para creerlos, para interiorizar lo que dicen, a los que comprometen, lo que nos exigen.

La violencia de género atenta contra el artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. La falta de atención a los enfermos renales contraviene el artículo 25: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar. Y ser víctima del terrorismo atropella el número 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Y así podríamos seguir comprobando como todos y cada uno de los días que conmemoramos a lo largo del año, están incluidos entre los derechos que a todos nos reconoce la Declaración Universal. Una declaración, de mensajes claros, de compromisos precisos, de redacción minuciosa y de obligado cumplimiento a nivel individual y colectivo que deberíamos revitalizar y actualizar.

Kofi Annan, exsecretario general de las Naciones Unidas proclamaba con frecuencia: Los derechos humanos son nuestros derechos. Tomémoslos. Defendámoslos. Promovámoslos. Entendámoslos e insistamos en ellos. Alimentémoslos. Son lo mejor de nosotros. Démosles vida. No podemos dejar que se pudran en un cajón y consolarnos con declarar muchos días conmemorativos vacíos de contenido.

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