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OPINIóN
Actualizado 08/03/2017
Redacción

Alencart selecciona textos de siete poetas de Estados Unidos, Turquía, Bulgaria, Cuba, Venezuela, España e Israel, antologadas en 'No Resignación'

Un día como hoy merece ser celebrado todos los días. Extraigo, de la antología 'No Resignación' (Ayuntamiento de Salamanca, 2016), los poemas de siete autoras que fueron incluidas en dicha obra de referencia internacional, pues contiene poemas de 136 poetas de los cinco continentes.

RITA DOVE

(EE. UU.)

PERSÉFONE, CAYÉNDOSE

Un asfódelo en medio de hermosas flores comunes
¡una flor como ninguna otra! Ella haló,
se inclinó para halar con más fuerza ?
cuando, saliendo fuera de la tierra
en su reluciente y terrible carruaje
Él exigió su pago.
Todo terminó. Nadie la oyó.
¡Nadie! Ella se había desviado de la manada.

(Recuerda: ve derecho a la escuela.
¡Esto es importante, déjate de tonterías!
No contestes a extraños. Mantente
con tus compañeros de juegos.

Mantén tus ojos en el suelo.)
Así de fácil el abismo se
abre. Es así como un pie se hunde en la tierra.

Traducción de Raúl Jaime Gaviria

MÜESSER YENIAY

(Turquía)

LAMENTO

Ser mujer
significa estar invadida, Oh silenciada!

ellos toman de mí toda cosa

una mujer tomó mi infancia
un hombre, mi feminidad?

Dios no debió crear a la mujer
Dios no sabe cómo dar a luz

aquí, las costillas de todos los hombres
están rotas

nuestro cuello es más delgado que un cabello

los hombres nos cargan
como un funeral sobre sus hombros

hemos estado por debajo de sus pies

leves como plumas
volamos desde un mundo hasta un Adán

y mis palabras son, oh silenciada!
las huellas de sus pies?.

(Traducción de Rafael Patiño Góez)

KERANA ANGELOVA

(Bulgaria)

FUGA

la mujer entrό en el desierto del sueño

se convirtiό en nόmada de la tribu rualo

con piel ardiente

con tobillos secos de cabra de destino

con ojos de sueños de bronce

en uno de ellos se había escondido la salvaciόn

debe recorrer este lugar desierto

debe llegar hasta él

en los brazos masculinos

resistentes de la salvaciόn

hundirse

pero la tempestad del desierto apareciό

y amontonό los secretos

de la mujer en las arenas rojas

la sal del fuerte viento erosionό sus heridas abiertas

salieron arrastrándose serpientes

con pieles de hielo

con ojos como si fueran túneles antiguos

e irrumpiό por ellos

la madurez de los solitarios

de improviso pasos conocidos

empezaron a verse claros por la arena

rastros crueles de aquello

de lo que había partido

para salvarse

Traducciόn de Violeta Bόncheva

NANCY MOREJÓN

(Cuba)

YO, UN MAL POEMA

Ante la gran puerta,

una mujer

rodeada de ventanas y pájaros,

de unas arenas finas,

de barcos negreros

esperando las horas pasar.

CARMEN CRISTINA WOLF

(Venezuela)

MUJER SUBSAHARIANA

Con tu niño cargado

del campo al centro urbano, de la ciudad al campo.

Cansados pies te llevan

mientras sueñas una tierra mejor.

Viajas con la esperanza de un riachuelo

hacia las lluvias que caerán en algún paraíso

De talle fino y el andar de espiga

aún tienes fuerza para embellecerte

con un turbante que te queda bien,

y tienes temple para unir tus fuerzas,

en solidario apoyo, a las otras mujeres

Plantas medicinales, las conoces

y riegas con tus lágrimas el mundo.

¡Retrocede, desierto!, es tu reclamo.

Un trocito de espejo es un tesoro;

haces milagros

con alguna hortaliza del camino.

Luchar es tu bandera.

De escudo llevas el corazón.

En algo te pareces

a la mujer de Venezuela:

en su amor a los hijos

y por la cruenta lucha

ante los desafueros del poder.

ANGÉLICA MORALES

(España)

LATIDO

¿De qué sirven los palacios de una rosa si solo se habitan los salones

de sus espinas?

Ahora escucho el latido firme de las horas y bajo mi herida,

está el hombre que me amó,

el mar que me dio su mordisco más demente.

Y yo estaba aferrada al golpe de una casa.

Pero decir casa a veces es decir cárcel

o prisión primigenia

o mujer dentro de la piel podrida de una manzana.

Y yo me llamo Eva y me levanto cuando la noche aún aletea

y le doy de mamar a la esperanza y a un hijo que acaba de nacer de las arañas,

después rasco mis bolsillos y tomo el bus de camino al trabajo.

Allí conozco a otras mujeres que como yo callan,

que ocultan bajo el manto del silencio la cicatriz de su vergüenza.

Entre nosotras hay hilos de plata que mueven el latido de nuestro corazón.

Somos animales desnudos que giran la cintura de su hambre

sobre la órbita ennegrecida del cielo.

Porque yo rezo y creo en Dios y me arrodillo dentro de la sal

y me golpeo las trenzas como si fuese hija de Hécuba

o prendo el fuego de un tambor

para que alguien más allá de los abismos pueda escuchar mi voz,

este aullido que me come y me atraviesa.

Dicen que debería hablar,

coger a mi hijo,

hacer una maleta de flores y hundirme en el vientre de otro paisaje.

Sin embargo no tengo fuerzas,

porque él me ata a las garras del miedo un día y otro día aún,

mientras la tormenta estalla sobre el plato y se hace añicos el amor.

Es entonces cuando caigo muerta en mitad de la costumbre y su droga.

Y yo ya no recuerdo nada excepto que he de trabajar,

hacer la comida,

servir pan de hombre en descomposición,

recibir con la obediencia de un cadáver toda la fiebre de su ira.

Aunque tal vez mañana...

Sí,

dicen que mañana bajará un ángel a darme miel de sus propios labios

y entonces me nacerán unas alas de nieve purísima

y podré enfrentarme a los cuchillos

y romper este silencio de plata que anula mi sexo y mi condición,

el derecho a abandonar este campo de exterminio

para trepar hacia la boca ardiente de los árboles.

Me llamo Eva, sí,

y soy mujer,

niña,

anciana,

rosa pálida enfermando a la luz angustiosa de los días.

Pueden buscarme en el roto de un cristal,

en la penumbra amarilla de un mal sueño,

en esa nube que rompe a llorar y nos sangra dentro del pecho.

MARGALIT MATITIAHU

(Israel)

EL TRUENO

En sus ojos reina el temor,

En su alma el grito exclama,

Una mano rasgo su corazón,

Golpes batieron su cuerpo.

Sus ojos saltaron con dolor,

Mirando al que era su amor

Menospreciando su cuerpo,

Arrebatando su alma.

Su memoria la lleva

A la joven con sonrisa,

Con amor y esperanza.

Hasta el día que el trueno

Escureció la luz,

Devino mujer sin protección,

Envuelta en su vergüenza.

En sus ojos reina el temor,

En su alma el grito exclama,

Porque? Porque? Porque?

Quien le dará una palma?

Fotografías: Jaqueline Alencar / Redacción

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