OPINIóN
Actualizado 07/03/2017
Redacción

En vísperas del Día Internacional de la Mujer, se publican textos de Amador, Acosta, Prada, Frayle, Amat y Andrés, seleccionados por el poeta A. P. Alencart

Amplia repercusión está teniendo el volumen 'No Resignación (Poetas del mundo por la no violencia contra la mujer)', también conocido como 'Antología de Salamanca'. Se publicó el pasado mes de noviembre bajo sello del Ayuntamiento de Salamanca, y contiene los textos de 136 poetas de cinco continentes. Entre ellos, están los aportes de 17 poetas salmantinos. Ahora dejamos conocer los textos de seis de ellos: José Amador Martín, Carmen Prada Alonso, Luis Frayle Delgado, Verónica Amat, Maribel Andrés Llamero y Aída Acosta.

JOSÉ AMADOR MARTÍN

VOLAR

El miedo es lo que ausenta el amor

atrapa, asusta,

nos lleva a un telón de abismos

en el que la danza de los días se desgarra

en la soledad de los instantes.

Necesitamos no resignarnos a la esclavitud de las cadenas,

abrazar el instante

cuando acude la soledad

y podemos morir sumidos en el desorden de la incertidumbre,

de la libertad de los demás,

que son las cadenas que someten las voluntades.

Es necesario volar

a los océanos infinitos de la existencia,

para vencer la inercia de todo aquello que nos hunde.

Ser libre, establecer los propios límites.

Amar,

algo tan sencillo y silencioso, tan severo con la dicha.

en silencio, sin angustias,

Despojarse del miedo,

abrirse a la experiencia de la vida,

donde danza el espíritu.

Es necesario no resignarse y ser uno mismo cada día de la vida.

Mª DEL CARMEN PRADA ALONSO

PARA QUE NO SUFRAS MÁS, MUJER

Para que no sufras más, mujer,

agárrate a tu raíz,

fuerte como la verde juncia,

no dejes que sucumba

por la ausencia del calor negado.

Ve a la gavia,

donde atisbes a tiempo las galernas

para ponerte a salvo.

Libérate de la Medusa

que te convierte en inmóvil piedra.

Arroja los coturnos

para que tus pies

no vuelvan a calzar tragedias

y haz que la negra torre

bese sus fundamentos.

Cubre tus dolorosas grietas

con oro y plata

para asegurar tu fortaleza.

¡Oh hija de los duelos!

Funde la niebla que reservó a tu llanto

la mirada ausente de dichas

y salva del castillo

las almenas naufragadas

en los pliegues del agua indigna.

Atraviesa el denso aire

para que salgan de las sombras

tus heridos sueños.

Abre tu cielo, amiga,

vacío de enhiestos verdes,

y deja que los albores

desopaquen tu mirada.

Para que no sufras más, mujer,

no respires asfixiantes disimulos,

pues tienes el poder concedido

de aplastar la cabeza de la serpiente,

antes, mucho antes

de que clave sus fauces

en el pórtico sagrado de tus tobillos.

Serás así tierra ennatada

en cuya fuerza nueva

germinarán las semillas

que exhaló de tu vientre

la sometida libertad.

AÍDA ACOSTA

"Y me las apañaba bastante bien hasta que tú

derribaste mi piedra de un puntapié;

y quedé al descubierto, todo musgo y ojos".

'El bosque de la noche', de Djuna Barnes

El espacio está lleno de abanicos.

Los árboles lanzan su cuerpo oblicuo.

Vuelve el grito.

La noche regresa como un desierto

abierto de canicas negras.

Con palabras derribaste mi piedra

y ahora permanezco desnuda

todo frío

midiendo el invierno

con manos llenas de musgo y liquen.

El dolor se escribe a veces

como una lluvia débil.

Vuelve el grito.

Los pasos son ventosas

que atrapan el licor de los días.

Se aloja como un pájaro

el ruido inquieto que derriba

y el amor no reconoce

la silueta del abrazo.

Detrás del tiempo

se desvanecen los gritos

se asusta la tristeza

y regresa con pies diminutos

la ternura, el océano

el sol a las ventanas

la lentitud del amor

el oscuro deseo de empujarse a besos.

LUIS FRAYLE DELGADO

MUJER SIN MORIR MURIENDO

Ay, esos pétalos mustios

que día tras día van cayendo de tus párpados,

inexorablemente, del alma.

Te acuerdas, mujer, te conocí

cuando brotaban flores de tus pechos

y gritaban alborozadas tus sonrisas.

Tu corazón era azul y blanco

y se vestía de rojo ardiente

para la fiesta del futuro.

Se te abrían las miradas a todos los misterios

que en copa de fino cristal

te ofrecía venturosa la vida.

Conociste el gozo y los abrazos

y te sentiste plenitud junto al amado.

Entonces germinó en tu seno la semilla deseada.

Hasta que un viento desconocido

se metió en tu jardín secreto

y la aridez y la amargura

secaron inclementes la raíz de los rosales

que tu mano regaba con cariño.

Y el desdén y la apatía

invadieron los rincones de tu casa.

Hace años que muere tu amor incomprendido

y en la madurez de tu cuerpo

te cubre una sombra de soledad desconocida.

La tristeza se te aparece en tus amaneceres

y borra todos los caminos del encuentro.

Mas sigues amarrada a las cadenas

que se te han tornado frío hierro.

Escucha, amiga, tu palabra interior,

si ya no hay ojos que te miren

después de las hojas caídas del otoño

y la visión de árboles yertos

abrumados de escarcha y de pesares.

Cuida tu huerto con el mismo cariño

que llevabas a tus hijos en el seno,

ahora que hace años que se han ido.

Y cultiva las gotas de amor que te han quedado

para quien pueda recibirlo.

No te abandones al desconsuelo del silencio.

Que después del crudo invierno

verás en tu pecho arder las alamedas

y se disipará el negror de tus tinieblas.

10 de marzo, 2016

VERÓNICA AMAT

SIENDO QUEBRANTO EL AMOR?

Llegan como flash intenso de fuego

Días libres serenos y ciertos

Ya es nostalgia cuando los cabellos

Comienzan a brillar como la aurora.

Días de comunión y de alegría

Derramados en cánticos de arrullos

Pasando el existir-niña en regazo,

Junto al blanco esplendor de la familia.

Mas llegó la sumisión cruel al hombre

Y el alma fue cercándose a sí misma

Como el tallo tronchado de una rosa

Sin savia viva, su rocío nieve.

Plegándose el tiempo sin medida

Desgajado sentir en su destino

Siendo quebranto el amor día tras día

Cuánto duele sentir lo no vivido.

MARIBEL ANDRÉS LLAMERO

MOTIVO DE LA FUERZA

Aqui está meu rosto verdadeiro,

defronte do crespúsculo que não alcançaste.

Abre o túmulo, e olha-me:

diz-me qual de nós morreu mais.

Cecilia Meireles

El miedo de la mujer a la violencia del hombre

es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.

Eduardo Galeano

Amo a todos los hombres

que son

Hombres

de mi misma especie,

que reciben su nombre

no en lo que son

sino en lo que eligen

no ser.

Hombres sólidos en claridad

que comprenden el crudo espesor

de la penumbra,

que tasan la vida en el amor

del que se hicieron merecedores

y miden la altura de los seres

en la caricia, y de la mano solo

conciben su fuerza

si tendida.

Amamos a los Hombres

que del ser enfrentado

agradecen humildes

la voz

- respetada cuando dice no

a ti no

o

ahora sí-

porque es ella la que los nombra

y los canta.

Sabed que amaremos solo a esos Hombres

espejados para ser más ricos,

que no quieren con sus pasos horadar

el barro común que nos sostiene,

pues su mirada fértil sobre el mundo

ensancha el corazón,

haciendo el transitar por los senderos

más amable.

Os amamos

porque reconocemos como propias las formas

de vuestros cuerpos viriles, nos reconocemos

en el abrazo idéntico pero distinto

de igual a igual;

porque os elegimos

con el espíritu libre y radiante

de los que se saben dos

y también uno

y se toman

y no se hieren

sino que son

así

mejores.

De nuestro amor mutuo brotan besos

y a veces hijos en sementera

y unidos

en cadena extendida de raíces

sobre la tierra

nosotros

somos

la Humanidad.

*****

A los otros

los negamos

esos que querrían ser

pero no

no son.

Nada en ellos recuerda

a los Hombres verdaderos

pues su existencia de náufragos

de la tribu a la deriva

multiplica lo oscuro

de los demás seres,

convirtiendo en miseria y en despojo

aquello que intentan

ceñir.

A vosotros no

no os miraremos.

A la crueldad y a la barbarie

responderán palabras férreas e inclementes.

No vulneraréis ni quebraréis más

porque tenemos valor y aliento para oponernos a gritos

a vuestra hombría torpe y arruinada

que no alcanza a entenderse

a sí misma.

La fuerza está en nuestra voz

y prolongada sin redención hacia el futuro

en nuestros cuerpos:

os vencemos en lo que no sois

y en lo que no seréis

con el verbo y con los vientres

que también deciden

sobre la vida,

que se os niegan

al amor

y a los vástagos.

No cobijaremos semillas podridas,

inertes vuestras madres no volveréis a ser hijos:

que vuestra musculatura llena de vana brutalidad

se pudra y extinga

que nadie habite vuestros gestos.

Vuestra sangre de traidores

de la creación no verá más

la renovación de la primavera.

Rechazados por la especie los que rechazan

su especie,

los que no saben ser

no serán.

Porque así como nosotras

la tierra que no os reconoce como suyos

os olvidará,

y no habrá siquiera al fin

un solo verso que nos sostenga

juntos.

Esto escribo:

escuchad el latir de vuestro corazón

que ya no.

Y no

no nos miréis

a las mujeres

más;

no tenemos nada

para vosotros,

dicen los Oráculos que nada

nuestro

contendrá vuestro sucio tacto

Nunca Más,

que sois ya

lo que siempre fuisteis

último escombro

de una humanidad enferma.

Fotografías: Jaqueline Alencar / José Amador Martín

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