La iniciativa del Día Internacional de la Mujer Trabajadora fue de Clara Zetkin, una destacada socialista, fundadora de la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas quien lo propuso en 1910. El objetivo era promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el mundo laboral, incluyendo el sufragio para las mujeres que en aquellos momentos carecían de él.
La primera celebración tuvo lugar un año después, el 19 de marzo de 1911 con mítines en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza y en ella se reivindicó el derecho al trabajo, la no discriminación laboral, la formación profesional y el derecho a votar y ocupar cargos públicos.
Una semana después de esta celebración se produjo un voraz incendio en una fábrica textil de Nueva York en la que murieron 140 mujeres, la mayoría inmigrantes, el impacto en la opinión pública fue notable y se empezaron a cambiar las terribles condiciones de trabajo en la que vivían.
No fue hasta 1975 cuando la ONU celebró el Año Internacional de la Mujer invitando dos años después a todos los Estados miembros a que proclamasen un día del año como día para los Derechos de la Mujer.
Como declaró la ONU en 2011 es imprescindible una transformación del mundo laboral hacia la completa igualdad entre hombres y mujeres. El lema de 2017 es "Hacia un planeta 50-50 en 2030" y en su comunicado se dice lo siguiente:
" El mundo laboral está en transformación con implicaciones significativas para las mujeres. Por un lado, la globalización y la revolución digital y tecnológica crean nuevas oportunidades para las mujeres, al tiempo que la creciente informalidad del trabajo, la inestabilidad en las fuentes de ingreso, nuevas políticas fiscales y comerciales y el impacto ambiental ejercen un papel decisivo en el empoderamiento económico de las mujeres".
Los avances en las mejoras laborales han reducido la brecha laboral entre los sueldos de los hombres y los de las mujeres, de hecho en España hemos pasado en los últimos 30 años de una diferencia en torno al 35% a una diferencia del 23%. Aun así es tremendamente injusto que en la empresa privada las mujeres con el mismo puesto de trabajo que los hombres cobren un sueldo inferior a estos y tengan menos oportunidades de ascenso laboral que aquellos.
En los últimos tiempos y como consecuencia de la grave crisis económica que padecemos, el desempleo femenino ha crecido respecto al masculino, debido entre otras razones a la menor cualificación profesional de las mujeres, que en España han entrado en el mundo laboral mucho más tarde que en otros países.
Conviene recordar que hasta 1961 las mujeres españolas tenían prácticamente vetado el derecho al trabajo, con la excepción de trabajos para y en la casa.
Solo el régimen democrático abolió las leyes discriminatorias contra las mujeres y les permitió el acceso a todos los trabajos, aunque el ascenso laboral sigue siendo mucho más difícil para una mujer que para un hombre. El crecimiento del número de mujeres jóvenes que realizan una carrera universitaria nos permite contemplar con optimismo el futuro laboral de las mujeres y la consecución de una mayor igualdad dentro del mundo de la empresa y de la Administración pública.