O Silence, we are shooting!. Creo que todavía se usan estas palabras como aviso último para imponer silencio y orden en un rodaje, antes de pasar finalmente a ¡Acción!. Y queda claro desde aquí que no voy a hablar de cine; y me gusta mucho, pero no.
Hablo de lo que en estos días habla mucha gente, incluso más que los que a primera vista podría sospechar un observador social. Me refiero a la cuaresma, porque ya se escuchó el miércoles pasado el ¡Silencio!, se rueda.
Cantaba Alaska, y no sé si la letra es suya, ¿A quién le importa lo que hago? ¿A quién le importa lo que digo. Yo estoy aquí. Y yo no cambiaré. Cito de memoria pero creo que es exacto. Y cito la canción (el subrayado en negrita es mío) porque yo querría decir justamente lo contrario, con todos mis respetos para Alaska y Dinarama. Calla, quita los ruidos, imponte algo de silencio y comienza el rodaje de la revisión de lo que estás haciendo, cambia tú y cambia tu vida? ¡Acción!
Son cuarenta cortos (por cierto no hubo suerte en los Óscar con Timecode) para cuarenta días de camino hacia esa explosión cristiana que es la Pascua Florida. En cuarenta días de ¡acción!, hay que decidir, gestionar y asegurar los cambios en nuestra vieja vida para llegar a la rigurosa novedad del Día de Pascua. Y para eso lo primero que necesitamos es ¡silencio!; nos rodea tal estrépito por todos los lados que el ciudadano tranquilo y distraído ni oye ni ve ni analiza ni elige, sólo sobrevive como puede con la dosis de casi nada que le sirven con atractivas facilidades en todas las entradas de su vida. Tendrá que correr, incluso con ansiedad y ahogo, para responder a tantos impulsos que desde todas las direcciones le llegan, pero ni se dará cuenta del engaño.
Por eso lo primero, imponer algún espacio de silencio. Sin esta dosis prudente de silencio explícito es imposible vivir esos cuarenta pasos.
Y lo segundo, un buen guion. Esto lo sabe cualquiera, hay docenas de buenos guiones echados a perder y no hay película si no hay un buen guion. Y para el camino de la cuaresma hay muchas guías, muchos guiones quiero decir, de muy diferente calado y alcance, a la medida de cualquier proyecto personal. Hay docenas de programas en una ciudad como Salamanca para facilitar ese trabajo; el que necesite un cómodo GPS para hacer con seguridad ese camino no tiene más que acercarse a cualquier parroquia o comunidad cristiana y preguntar. Y elegir el guion que mejor se le acomode a lo que busca o necesita, que no siempre es lo mismo, por cierto.
Y lo tercero, una buena dirección. Casi siempre el director es decisivo y aunque tenga todo a su favor puede echar abajo el resultado y sin él no hay película ni corto ni siquiera casi fotograma. No basta la buena capacidad del actor protagonista ni siquiera su calidad, por eso el cristiano que quiera encaminar bien su proyecto de conversión necesita acogerse a la dirección de una comunidad, de un grupo, de una parroquia, de un director. No es una decisión individual ni un proceso que recorre por cuenta propia y a su modo y manera. La cuaresma se hace en equipo, junto a otros, en un proyecto común, compartido, estrictamente personal pero rigurosamente comunitario. Nadie va solo hacia la Pascua, como decía el poeta hay que ir juntos y a tiempo. Y siempre y a la vez en tres campos de juego: Dios, el prójimo y las cosas. O dicho de otro modo: Oración, acogida y austeridad.
Y lo cuarto, abreviando ya el recorrido, una buena distribución. Cuántas obras maestras se han quedado casi en el olvido por una mala o nula distribución. La experiencia interior que el cristiano vive en la cuaresma tiene que distribuirla por todos los espacios de su vida, por todas las salas de exhibición cristiana de que disponga: en el corazón y en la calle, en su propia casa y a la puerta de la de su vecino, en su trabajo y en sus espacios de consumo, de ocio o de descanso. En toda la vida. De esa forma la cuaresma, hecha luz y cambio, iluminación y reforma, conversión y utopía, acaba llenando de vida nueva todas las salas, los espacios, los ámbitos y los tiempos de la vida. Es lo que se llama Pascua. Y para quien lo vive, aunque sea en plan pobre, con muchas rebajas y limitaciones, es una experiencia magnífica y única. Con la extraña ventaja de que se puede repetir cada año con la misma pobreza y la misma verdad. Casi no hay quien dé más.
Y quinto, el boca a boca. Cuando una película te gusta, casi siempre lo comentas, en casa o con los amigos o en cualquier reunión, lo mismo de empresa que de bar, en la que sale el tema de pasada. Es inevitable. Y sin que nadie te lo diga invitas a los demás a verla.
Pues eso mismo. Cuéntale a otros la película de la cuaresma con final feliz en la Pascua. Ah, y lo más importante: ¡Feliz Pascua Florida!
Nota
Se decía, y todavía se hace, Florida porque además de ser en días de primavera (no olvidar que la Pascua es al domingo siguiente a la primera luna llena de la primavera, por eso es felizmente móvil en un tramo de veintiocho días) su contenido y su sentido están muy cerca de lo que es una hermosa mata de flores en cualquier ladera de tu tierra más querida. Así es la Pascua y por eso se dice Florida.