Hoy, uno de abril, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha presentado un Libro Blanco sobre las cinco posibles salidas a la profunda crisis que está viviendo la UE. De las cinco salidas tres son escenarios definidos, si bien posibles, y excluyentes entre sí. Las restantes dos se resumen en: seguir como hasta ahora o seguir como hasta ahora pero menos. El Brexit, las elecciones inminentes en Francia, Holanda, Alemania, quizás Italia, marcadas por el ascenso de partidos antieuropeos, la amenaza de una quita de la deuda en Grecia (siempre fue la opción más razonable, si bien inadmisible para los bancos alemanes), el pre-fascismo de Polonia, Hungría y de la mitad de la población austríaca, inmensa crisis que cuestiona al estatuto del refugiado y el triunfo de Trump (proteccionismo comercial, first America, armarse hasta los dientes, muros insalvables, desregularización de las finanzas), las hacen inviables. Quedan, como decía, tres opciones posibles: 1) avanzar hacia la federación de la UE; 2) una Europa a dos o más velocidades; 3) volver a los inicios. La primera, es la más deseada por la tercera parte de los electores europeos, incluido el que suscribe. No pasa de constituir una utopía al día de hoy. En Davos, semanas atrás, el primer ministro holandés, Mark Rutte, decía al respecto: "El proyecto de una Europa más integrada económica y políticamente ha pasado a mejor vida". Así pues, el entusiasmo inicial, ese que nos hacía vislumbrar una Europa de naciones, que no de Estados, sin oligarcas, dogmatismos e ignorancia, ¡a la porra¡ Segunda opción: una Europa a varias velocidades ¡De vuelta con los "pigs"¡ Quizás, saquen de la piara a Irlanda. No así a los otros tres y otros que se incorporarán al club. España la tiene cruda. Difícil acceder al grupo de los que mandan. Su sumisión a los dictados de Alemania, sus drásticas reformas laborales, su generosidad fiscal con los que tienen, sus leyes mordaza y un escuálido crecimiento económico, me temo, serán argumentos poco persuasivos. La realidad: una deuda astronómica, uno de los índices más altos en desempleo y precariedad laboral de toda la OCDE, un tejido industrial anémico y, en especial, la corrupción institucional. Ya no se trata de manzanas podridas. Es el mismísimo árbol el que está podrido. En resumen, tocará negociar un lugar ventajoso en la periferia. Tercera opción: volver a las casillas de salida. Es decir, volver al Mercado Común del que surgió la Unión Europea. O sea: libre circulación de capitales y mercancías y punto. Tocará sacar el pasaporte si cruzas los Pirineos (me temo que también para ir a Barcelona) y las pesetas guardadas en el baúl. ¿Exagero? Todo es posible. ¿Cómo se ha llegado a este desastre? Responder a esta cuestión merecería otra entrega. En todo caso, a mi juicio, señalo una de esas causas: la crisis de la política. En efecto, la UE ha dejado de estar gobernada por los políticos, para serlo por lobbies. A estos colectivos lo único que les motiva son las ganancias. Las mismas se aseguran e incrementan comprando a los "políticos". Ellos se dejan comprar y los lobbies les retribuyen con un religioso tres por ciento (o lo que sea). Ellos dejan de representar a los ciudadanos que los han elegido y se convierten, así, en profesionales de la política, en intermediarios, en "conseguidores", en seres detestables. A coro, unos y otros proclaman a los cuatro vientos que éste y no otro es el "sistema". Más bien es un suicidio. Se creen que han llegado al fin de la historia. Se equivocan de mala manera.