OPINIóN
Actualizado 04/03/2017
Rubén Sánchez Parazuelo

Si en mi casa hubo ejemplo emprendedor, fue por ambas partes. Si en algún lugar estuve donde hubo horas interminables de brainstorming, fue en el salón de mi casa. Ambos dilucidaron sobre el futuro de sus empresas, lo que hacían y lo que debían hacer. Pero quien tomó las decisiones más decididas, con más aplomo, fue mi madre.

Las madres son las directivas de la empresa familiar. Las que ejecutan con maestría las ordenes diarias de compras y ventas de la bolsa, de la compra. Las que primero escuchan el despertador y las que se aseguran de apagar todas las luces al final del día para evitar gastos innecesarios. Activas, programáticas-estrategas, ejecutoras y coordinadoras de equipos. No han tenido tiempo de leer el "Mankiw" sobre Principios de Economía, han nacido con ellos y fue Gregory Mankiw el que los plasmó en su libro, seguramente mientras escuchaba a su abuela y madre cómo se gestionaba un hogar.

El próximo 8 de marzo es el día internacional de la Mujer Trabajadora. A medida que se acerca la fecha surgen sesudas propuestas e iniciativas. Desde escritoras refutadas que piden una huelga general de mujeres a políticos que ese día salen en la foto con la cara lavada, el pelo atusado y la corbata rosa, que no se diga que no sacan su lado femenino. Todos claros ejemplos de que algunos tienen madre reconocida, pero padre aún dudoso. Y es que un buen bofetón a tiempo haría ver que no hay que hacer más que lo que han visto en sus casas, si es que no estaban ya preocupados más en saber salir a la palestra que en aprender una lección.

Nuestras madres han demostrado tener capacidades más que sobradas para ser directivas, presidentas de Consejos de Administración, CEOs y cuantos términos más queramos emplear, para dirigir equipos de trabajo con trasfondo económico. Si no lo son es porque no se les ha hecho creer. Desde pequeñas su formación ha dado por hecho unas capacidades dejando al destino que cada uno elija su camino y, como tantas otras cosas, como personas, no como seres de género, hemos tirado por el camino más fácil. Si eres bueno en una materia y no la trabajas, tu talento se pierde. Así que menos propuestas soeces para días memorables como el 8 de marzo y más apuesta en las carreras formativas porque las mujeres puedan ser trabajadoras desde la dirección de las empresas. Los hombres demuestran no más capacidad, si no más esfuerzo por superar la debilidad de poder dirigir o controlar algo.

Trabajadores somos todos, sea cual sea el sexo, lo que nos hace falta es que dejemos que nuestras mujeres tengan más herramientas para cultivar el don de la dirección y que este día 8 de marzo quede marcado por una trayectoria de las empresas más maternal.

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