OPINIóN
Actualizado 27/02/2017
Redacción
Comenzada la cuenta atrás hacia el Congreso del PP de Castilla y León a celebrar el 1 de abril en Valladolid, sigue el aire la incógnita sobre la presidencia autonómica del partido, en la que Juan Vicente Herrera lleva apalancado 15 años (uno menos de los que lleva en la Junta).
Si Herrera fuera por una vez coherente consigo mismo, o al menos con lo que dice, no estaría el PP a estas alturas sumido en esa incertidumbre. En el anterior congreso, celebrado hace cinco años, ya dejó traslucir que sería su último mandato. Y más recientemente, el pasado mes de noviembre, aseguró que era el momento "de ir cediendo determinadas posiciones de responsabilidad que se prolongan en el tiempo", lo que se interpretó como que definitivamente no optaría a una nueva reelección como presidente del partido. Algún medio se lo creyó tan a pies juntillas que al día siguiente se precipitó a lanzar la candidatura deAntonio Silván, haciendo, por cierto, un flaco favor al alcalde de León.
Juan Vicente Herrera
Pero, como ya explicamos aquí, Herrera se ha echado atrás y pretende seguir manteniendo las dos presidencias -la del partido y la de la Junta- hasta 2019. Su influyente y poderoso entorno político-mediático, interesado en mantener a toda costa sus privilegios, le ha convencido de la sustancial pérdida de poder político que comporta dejar la presidencia del partido.
Para empezar, carecería de capacidad de influencia sobre la elección de su sucesor como candidato a presidir la Junta, ya que iría de suyo que el nuevo presidente del partido asumiría esa candidatura en las elecciones autonómicas de 2019. Tampoco rascaría bola en la elaboración de las listas a dichas elecciones, de las se ocuparía asimismo el nuevo presidente, quién a la vez presidiría desde ya el grupo parlamentario popular de las Cortes. Todo lo cual debilitaría políticamente al actual titular del Colegio de la Asunciónhasta convertirle en un presidente "pato cojo" al que se podría empezar a dar por amortizado.
De ahí que Herrera quiera aferrarse como sea a la presidencia del partido, que es la que le garantiza seguir manteniendo su poder absoluto hasta 2019. ¿Cuál es su problema? El que ya hemos apuntado repetidamente: necesita el beneplácito y visto bueno de Mariano Rajoy. Y la falta de diálogo entre ambos explica que se haya convocado el congreso del 1 de abril sin que el todavía presidente del PP de Castilla y León se haya atrevido a postularse para seguir en el puesto.
Herrera estuvo toda la semana pasada esperando una llamada de Rajoy, pero Mariano no descolgó el teléfono, ni parece que tenga intención de hacerlo. Y Juan Vicente no se atreve a llamarle, temiendo que Rajoy, que no le ha perdonado lo del espejo, le diga que, una vez que no va a volver a ser candidato a la Junta, lo lógico y natural es que, tras 15 años en la presidencia del PP, ceda el testigo del partido a quien vaya a serlo en 2019.
Fernando Martínez Maillo
Sin que ni uno ni otro descolgaran el teléfono, se llegó a la Junta Directiva del pasado viernes, en la que Herrera, sin llegar a decir la misma cosa y la contraria, hizo un juego malabar para apurar sus posibilidades de seguir. Por una parte, su propia argumentación conducía inexorablemente a su relevo en la presidencia del partido: Si empiezas afirmando que "he concentrado todo mi tiempo, esfuerzo y entusiasmo y leal saber y entender a las tareas de gobierno", motivo por el que reconoces que "no he dedicado al partido ni a sus direcciones provinciales la atención y el tiempo que merecen y necesitan y que van a merecer y necesitar todavía más de aquí al año 2019", y finalmente reiteras que "voy a seguir dedicandotodo mi tiempo y todo mi esfuerzo, día a día, a las tareas del gobierno", la conclusión es que estás anunciando, con un par, que vas a seguir sin atender la presidencia del partido cuando ello hace más falta que nunca.
Claro como el agua si no fuera porque, en lugar de renunciar expresamente a ella, enredas la cosa añadiendo que vas a abrir una reflexión a la que invitas "a aquellos que creéis que tienen que seguir unidas las presidencias de la Junta y del partido". Una forma ésta de despertar el fantasma de la bicefalia y agarrarse a él como última tabla para mantener ambas presidencias.
La intervención en la propia Junta Directiva del flamante coordinador general del partido,Fernando Martínez Maillo, fue bastante elocuente, al subrayar que los congresos autonómicos tienen que plantearse "pensando en 2019" y atendiendo a los criterios de"renovación, integración y unidad". "Nadie es imprescindible y todo el mundo es necesario", dijo Maillo, enmendando el célebre "todos somos contingentes, pero tú eres necesario" de la surrealista "Amanece, que no es poco" del gran José Luis Cuerda. (Si no surrealista, la situación creada por Herrera empieza a rozar el esperpento).
Antonio Silván y Alfonso Fernández Mañueco
Por si no se le había entendido bien, Maillo desdramatizó después la cuestión de la bicefalia:"No hay un modelo único. Cada comunidad y cada caso es un mundo y se verá en cada caso si es bueno que haya dos personas". Y por si todavía no lo había dejado suficientemente claro, al día siguiente añadió en Zamora que el PP "está en permanente renovación y tiene banquillo en todos los ámbitos, también en Castilla y León".
A falta de saber qué piensa Mariano Rajoy, es indudable que el hombre de su máxima confianza en Génova le ha indicado a Herrera la puerta de salida de la presidencia autonómica del PP. Pero como se descarta una pelea de gallos pública y abierta, se supone que de aquí al viernes, día en el que se abre el plazo para presentar las candidaturas, entre todos encontrarán la forma de pactar un candidato único y oficial de todo el aparato del partido. Entretanto, se mantendrá la actual guerra de nervios, ya que no en vano lo que a la postre está en juego es la futura (o no tan futura) sucesión en la Junta.
Recapitulando. Si por Herrera fuera, él seguiría presidiendo el partido, cediendo en su defecto el puesto a su fiel Antonio Silván. Si de Maillo depende, el nuevo presidente será Alfonso Fernández Mañueco. Aunque tampoco sería descabellada otra posible opción de última hora: que Rajoy zanje el asunto encomendando al propio Maillo que asuma la presidencia del PP de Castilla y León. Ahí lo dejo para los doctos intérpretes de los teoremas de las opciones.
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