OPINIóN
Actualizado 25/02/2017

Por eso los cuerpos se desencajan de los discursos y empiezan a hacer lo que sus palabras no saben decir. En la crisis de palabras en la que nos encontramos, ensordecida por el rumor incesante de la comunicación, 'poner el cuerpo' se convierte en la condición imprescindible, primera, para empezar a pensar. No se trata de que todos empecemos a arder. O sí?

Marina Garcés

Uno de los primigenios puntos de fuga es sin duda el cuerpo (cuándo no lo es). Dialogamos de forma constante, y a veces consciente, con otros cuerpos y no tanto, aventuro, con el nuestro. Vamos trazando con sus movimientos y gestualidades, con sus personales grafías las líneas de nuestro ser y estar en el mundo. Pero al texto que elaboramos, tejiendo, en general (solo apunto) creo que le sigue faltando hilván.

Pensaba en ello una vez más, en esta semana cargada en exceso de palabras públicas que, en muchos casos, caían desmayadas nada más pronunciarse.

Hemos alimentado demasiadas palabras sin cuerpo, palabras dirigidas a las nubes o a los fantasmas, dice Garcés. Necesitamos poner el cuerpo en nuestras palabras [?] Sólo palabras que asuman ese desafío tendrán la fuerza de comprometernos, de ponernos en un compromiso que haga estallar todas las obligaciones con las que cargamos en estas vidas de libre obediencia, de servidumbre voluntaria.

Baila, baila como si estuvieras perdido, decía la bailarina y coreógrafa Pina Bausch. Esta calígrafa de los cuerpos me hace recordar el prodigioso documental que el realizadorWim Wenders escribió sobre ella, rubricándolo sencillamente con tan solo su nombre, Pina.

Si deciden echárselo al cuerpo, se encontrarán sin lugar a dudas con un acercamiento visual que, como poco, les tocará la piel. Una aproximación a su mundo (también el nuestro) a través de los diálogos, a veces solo corporales, de los miembros de su compañía Teatro Wuppertal.

El documental busca su cauce comunicativo mediante las intervenciones de los bailarines y bailarinas en diferentes montajes de la Bausch, que se van pautando con las someras introducciones de los artistas. Algunos de ellos tan solo se limitan a mirar directamente a la cámara de Wenders sin emitir palabra, para inmediatamente después comenzar a hablar con su cuerpo en alguna de las escenografías escogidas por el director.

El film se inicia con unas palabras de la artista que son definitorias sobre su forma de trabajar y que también vienen a signar lo que venimos diciendo en las líneas precedentes: Todo lo que puedes hacer es una insinuación de las cosas. Es decir, no puedo hacer más que sugerir las cosas. Eso es lo que la danza significa.

Volviendo al cuerpo, se me vienen a él y ahora unas hermosas palabras de la escritora, para nuestro goce de nuevo recuperada, y habitual también en esta casa de palabras, Graciela Montes, quien afirma que es desde el cuerpo que nace el misterio y el deseo de descifrarlo. Aserto refrendado por otra asidua visitante de esta sección, Michèle Petit, que a un apartado de su libro Leer el mundo, titula con acierto Escribir o leer comienza en el cuerpo.

Disfrutar de Pina ya nos embarga cuando se ve en formato DVD, cómo no será en una sala cinematográfica, y nada digo si tenemos el privilegio de contemplar alguna de sus obras en un teatro, en vivo y en directo. Si se decidieran a probarlo, en el incierto caso de que mis palabras hubieran despertado esa necesidad en alguno de ustedes, estoy seguro que el documental lo encontrarán en cualquiera de las bibliotecas de su ciudad.

El recordarlo ahora, gracias a las palabras de Garcés, me acerca de nuevo a vocablos como cercanía, cobijo o acogida, abrazos?, que se me entreveran con algunos de los capítulos que conforman el ensayo de una filosofía para la proximidad, de Josep Maria Esquirol, titulado La resistencia íntima.

Un texto que habla desde diferentes ángulos de todo lo que nos conforma. Que nos recibe en la tesis de que el poder o la fuerza de acogerse a lo elemental como herramienta para resistir, para recuperar fuerzas mirándonos (dialogando de nuevo) en lo cotidiano, los cuidados y las relaciones con los otros, por apuntar sólo algunos de los sugestivos temas con los que el autor dialoga con sus lectores:

Un diálogo auténtico es como un canto a dos voces. Nos decimos el mundo, y nos decimos a nosotros mismos en un decir que es pensar. Por eso el diálogo ?pensar juntos? es mucho más que un simple intercambio; es contacto y compañía que dice, celebra y, al mismo tiempo, se protege del mundo.

Al igual que ocurre con el documental de Wenders, la lectura de los textos que nos propone Esquirol remueven nuestra fisicidad. Provocan reacciones claramente orgánicas al encontrarnos frente a, por ejemplo, la secuencia que hace la compañía de Pina en su lectura corporal de Le sacre du printemps, de Stravinsky, o te erizan el cabello al constatar la afinidad con textos como este de Esquirol:

La casa es la concavidad del cobijo, de la misma manera que el cuenco formado con las manos lo es del don. El tejado de la casa se parece a la figura de las manos juntas mirando hacia abajo; las palmas serían el techo. El cuenco se hace con las manos juntas hacia arriba. Con el cuenco se da y se ofrece; con el techo se guarda y se ampara.

Las manos?, imposible no sucumbir ante el movimiento de las suyas, las de la sublime Pina sobre su propio cuerpo, reconociéndose, cuidándose. Al igual que las de sus compañeros de danza, abrazándose con hondura, una y otra vez, luchando contra la desarticulación a la que se les quiere someter, como comprobamos en otra de las secuencias filmadas.

Quizá sea tiempo de volver al orden que en cierta medida procuran las líneas de un texto, porque siento que me estoy arrebatando en exceso.

Como dice el narrador protagonista de la novela El azar y viceversa, refiriéndose a unos consejos ofrecidos por su progenitor: [el modelo] que me sugirió era sencillo, aplicable a la mar inmensa y, por extensión, a las cosas restantes del universo, incluidas las intangibles: dejarme fascinar por todo sin caer en la ansiedad de pretender poseerlo, de querer interpretarlo ni de procurar trascenderlo. («No estamos en el mundo para que nos den un diploma de especialistas en el mundo», me repetía.). Aunque aparte de certificaciones imposibles, lo que no deja de ser cierto es que estamos en él para vivirlo en común, en movimiento.

Hay que hacerse entender, de la mano de Garcés, explicar todas las veces que haga falta, que los cuerpos que salen y se juntan en la calle no son sólo cuerpos activos. Con su acción de hacerse presentes como cuerpos, manifiestan también su vulnerabilidad. Y desde su vulnerabilidad, su deseo de vivir dignamente.

Las imágenes pertenecen al documental de Wim Wenders

Rafael Muñoz

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