Figuras del toreo con sus cuadrillas hacen el pasillo en Miróbriga/ Foto: Adrián Martín
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TOROS
Actualizado 25/02/2017
Paco Cañamero/Ciudad Rodrigo

Antes incluso se produjo el hecho sorprendente de que el cambio de tercio lo pidió el puntillero David 'Pirri', quien a lo largo de la tarde se mostró activísimo en 'radiar' la corrida y en mendigar los trofeos alocadamente a los tendidos

La vieja Miróbriga abrió el telón del primer festival y en el maderamen que conforma el pintoresco coso taurino no cabía un alfiler en un ambiente colorista y alegre. Pocos sábados de Carnaval ha conocido uno con tanta gente ?y eso que lleva un porrón de ellos-, con los bares repletos, la diversión viva en cada rincón de una ciudad que, cada invierno, echa la casa por la ventana para el Carnaval del Toro.

Ese Carnaval que siempre celebró este festival con nombres atrayentes -lo habitual en esta fecha para abrir boca- y en ocasión se disfrutó de buen toreo por un cuarteto que dejó la esencia y la gracia de su calidad. En distintos matices claro, cada cual con sus formas y maneras. Tenía mucha calidad el primero de Juan Manuel Criado ?aunque le faltó un poco de chispa que trae la emoción- frente al que El Cid estuvo a gusto y toreó, sobre todo, al natural con sus formas puras y su genuina interpretación rematado con una estocada trasera. Sin embargo al Cid, vista su manera de obrar, realmente no le interesó otra cosa más que las orejas ?despojos que decía Curro Romero- en esta fiebre de triunfalismo de la torería andante. Porque no quieren más que el triunfalismo que traen las orejas a cualquier precio. Y así lo hizo patente desde el principio gracias a la cuadrilla que lo arropó, gente pendiente del palco y sus pañuelos. Y más cosas, porque antes incluso se produjo el hecho sorprendente de que el cambio de tercio lo pidió el puntillero David 'Pirri' ?'tercero' de la cuadrilla', quien a lo largo de la tarde se mostró activísimo en 'radiar' la corrida y en mendigar los trofeos alocadamente a los tendidos; pero sobre todo en polemizar contra el presidente en una página ingrata y poco profesional -¡y menos llamándose Pirri!- al detenerse a increpar el palco ?junto al otro peón- en el momento de dar la vuelta al cuadrángulo, discordia que se multiplicó al final, aquí ya junto al jefe de filas, tras excitar al público para mostrar muestras de rechazo al 'ussía', junto a los 'palabros' de los banderilleros. Y es que independientemente de que el palco se pueda equivocar o no ?a nuestro tenor estuvo en su sitio-, lo cierto es que a la autoridad se le debe un respeto. Más en este caso que el protagonista ?Juan José Rodríguez Martín, a la sazón magnífico aficionado- es un presidente de larga carrera avalada por el prestigio en la Monumental de Barcelona, plaza que lo aupó como presidente serio y recto.

Pero aquí hay que volver a la realidad y que, como decía Ortega y Gasset, el estado de la nación es un espejo del de la Fiesta Nacional. Y es así de cierto, porque este país lleno de 'Ali Babás', desnortado, sin justicia y sin autoridad quedó patente en la cara de la Fiesta por la fea y sucia actitud del Cid ?junto a sus peones- ayer en Ciudad Rodrigo, quienes estuvieron a punto de provocar un escándalo. Su actitud incluso llevó una frialdad al público que no supo ver el exquisito toreo al natural de Iván Fandiño, encajado y firme, porque ya se sabe que, en estos casos, se prefiere el barullo y lo superficial antes que lo puro. La fritanga en vez del caviar. Razón por la Fandiño se quedó en una ovación después de que su torete, con un punto de raza más que el anterior, tardase tanto en caer.

Y quien se llevó la tarde de calle fue Juan del Álamo con una interpretación muy apropiada para el Carnaval. Vistoso y variado de capa, luego con la muleta fue todo entrega desde que clavó las dos rodillas en tierra para torear en redondo y seguir después después sobre ambos manos, con prisas por triunfar. Con hambre de éxito. Tanto que el final volvió de nuevo a ponerse de hinojos, ahora en unas manoletinas para asegurar el premio, que ya lo tuvo en el mano al matar con facilidad y pasear las dos orejas ante el paisanaje con la radiante felicidad de una sonrisa.

Toñete, nuevo en esta plaza ?como se anunciaba la cartelería antañona- se mostró digno ante un novillo lastimado al comenzar la faena de muleta tras estrellarse contra un burladero. A partir de ahí anduvo de enfermero del animal, hasta que ya al final sufrió una fea voltereta que lo enrabietó y al 'juanmanuelcriado' le hizo sacar las pocas fuerzas que le quedaban para firmar un final que fue a más. Mató de casi entera algo atravesado, junto a un descabello y le pidieron la oreja, quedando el premio en la vuelta al ruedo.

Al acabar los toreros replegaron capotes y marcharon, mientras la gente del Cid aún seguía 'ladrando' con miradas 'reviradas' al palco y dando la sensación que a ellos solamente le interesan las orejas en medio de ese desmedido triunfalismo que se ha impuesto en la Fiesta. Porque ahora, a los toreros, ya únicamente la interesan las orejas, no el crujio, la emoción y provocar esos 'olés' que salen de dentro. Y es que, otra tarde mal, volvimos a ver que el mal está dentro. Como en este caso de convertir a la cuadrilla en mendigos.

Reportaje gráfico: Adrián Martín

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