Salvo algunos (pocos) meritorios trabajos de investigación periodística y escasos testimonios veraces, la historia de todo lo relacionado con el 23 de febrero de 1981, del que estos días se cumplen 36 años, ha sido tratada en este país con la trivialidad informativa y la falta de rigor histórico con que se ha despachado, escrito y publicitado (y escasamente enseñado) todo lo relacionado con la construcción, historia y desarrollo del régimen llamado democrático que hoy se impone a los españoles, y cuyas carencias y débiles fundamentos muestran cada día, a veces con sangrante crueldad, la liviandad de sus principios y el poder de sus camarillas, consecuencia de los apaños, mentiras, repartos, medias verdades, intereses y ocultamientos sobre los que se construyó.
Al igual que todo lo relacionado con ese constructo periodístico llamado 'La Transición', que fue en su mayor parte la lucha por colocaciones de personajes, instituciones y entidades en la línea de salida de la política, la historia del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y todo lo relacionado con él (implicaciones, tentativas, complicidades, compromisos, responsables...), ha sido subsumida, manipulada y finalmente ocultada por una narración cuasiépica de falsas heroicidades, fingidos arrojos y simuladas valentías, que se han difundido como verdades incontestables.
Quienes en aquellos días de tribulación política y social, salpicados de sobresaltos, titulares esperpénticos, arribistas multicolores, embozados y figurantes de todo pelaje en la política y la vida españolas, vivieron y leyeron y se interesaron por las idas y venidas de personajes y personajillos con todas las alturas de copete, recuerdan (recordamos) muy claramente cómo a partir del golpe de Estado "de Tejero", desaparecieron de las informaciones periodísticas y casi de las hemerotecas, noticias de reuniones conspiratorias, citas políticas, sospechas fundadas o claras conexiones, que si dos días antes pasaban por movimientos conspirativos en el festivo acoso general a Adolfo Suárez, enseguida se revelaron pistas de prístina claridad sobre el sentido y el significado de lo que se pretendió, y quiénes lo pretendieron, antes, durante y después de la tarde del 23 de febrero. Los nombres que aparecían en aquellas noticias sueltas que nadie era capaz sino de interpretar como aisladas, los asistentes a las reuniones que apenas ocultaban encuentros que eran juzgados como actos sociales de mero interés en la marcha de la política patria, se revelaron en la mente del español interesado por su país como flagrantes antecedentes de aquel suceso, aunque en la prensa desaparecieran con inaudita velocidad fotografías, reportajes, noticias y comentarios que pudieran relacionarse a posteriori con "lo" de Tejero.
La historia y las historias del postfranquismo, que se despachan hoy en los centros educativos con apenas dos frases de falsa gloriosa ejemplaridad del pueblo ?al que se sigue arrebatando cada día su ya escaso poder- y su soberano ?que se entronizó de nuevo justificando como lógico lo absurdo de su reinado para alcanzar, periodística, política y dictada socialmente, una incontestabilidad sumisa de notable bochorno-, además de ser, esas historias fabricadas por una prensa detestable y una clase política de enorme negligencia, falsas en un gran porcentaje, están sirviendo para remachar y remarcar y conservar un estado de cosas en el que la desigualdad, la imposición, la injusticia y el descaro en una pseudo democracia enferma hasta la médula, se han convertido en moneda a cambio de la dignidad.