Malos tiempos corren para la Semana Santa de Salamanca, entendida no en un sentido folclórico sino cristiano. Esta semana ha trascendido la colocación de pasquines injuriando al hermano mayor de una cofradía salmantina y a varios miembros de su junta directiva, vejándolos, insultándolos, despreciándolos. Evidentemente se trata de un delito, penado en nuestras leyes, del que tendrán que responder sus autores. Pero no me quiero detener en esto, que siendo grave no lo es tanto como lo que supone tal acción desde un punto de vista cristiano.
¿Cristiano?, me interrogarán irónicamente algunos. ¿Pero qué tiene que ver el cristianismo y las cofradías? Desde luego que nada si nos referimos a los autores del delito al que me refiero. Pero las cofradías, mientras así lo decida la Iglesia, son asociaciones que se rigen no solo por el Código de Derecho Canónico, sino por algo más importante, mucho más, al menos para mí: el Evangelio.
Lo sucedido contraviene flagrantemente la principal ley cristiana: la ley de la caridad o del amor. En espíritu cristiano, así no se resuelven los conflictos. Si alguien disiente de los dirigentes de una cofradía, hay otros cauces, legítimos, para resolver el conflicto, y estos nunca son la descalificación ni la injuria. Quienes así actúan, lo hacen al margen de la Iglesia, en realidad la escupen actuando así, dando una imagen ante los demás claramente dañina de los cristianos.
No estaría mal recordarles, si es que leen estas líneas, lo que dice el Nuevo Testamento sobre el modo de resolver los conflictos, que siempre existieron, incluso en los primeros tiempos de la Iglesia. Si hay un hermano de la comunidad que actúa claramente en contra de la fe y de la moral cristianas, primero acércate privadamente a él y reconvenle, con amor trata de que cambie su conducta. Si tras ello no consigues nada, acompáñate de otros miembros de la comunidad y vuelve a intentarlo, y si no es así presenta el problema ante la propia comunidad para que ella se haga cargo del conflicto. En el Evangelio nunca se dice que cojamos piedras y las lancemos contra quien disentimos, el Buen Pastor nunca lo haría y nosotros debemos intentar parecernos a él.
Este caso, terrible por lo que simboliza, debería ser motivo de reflexión en el ámbito de las cofradías de Salamanca. El próximo miércoles es Miércoles de Ceniza, tiempo de conversión, de cambio, de esperanza. Los cofrades no deberían tanto preocuparse de procesiones ni folclores semanasanteros, cuanto de llevar a su propia vida la ley de la caridad, la suprema ley cristiana. Sin esto, todo lo demás sobra.
Marta FERREIRA