¿Cómo sería una educación musical efectiva?, ¿Cuáles son los temas que hay que abordar y por qué?, ¿Se debería centrar en la cultura musical propia de los alumnos y, por consiguiente, en sus intereses? o, por el contrario, ¿La educación musical de calidad es aquella que emplea pedagogías tradicionales?
Lucy Green ha transformando la práctica de la educación musical en el aula apoyada en la música popular. Con su metodología los alumnos aprenden eligiendo y tocando la música con la que ellos se identifican. Lo hacen de oído, sin partituras y sin otro tipo de escritura musical, lo que lo convierte en un aprendizaje idiosincrásico, más personal, sin estructuras fijas, integrándose así todas las habilidades de escucha, composición, interpretación e improvisación en este proceso.
Insisten en la necesidad de que los educadores de música acepten la cultura musical de los estudiantes, entiendan el valor que tiene para ellos y por qué no, su sofisticación.
Richard Gill expone los motivos por los que los adolescente no sienten conexión con la música que se les está enseñando: se enseña mal, no está relacionada con nada de lo que saben y hay demasiada carga teórica que consideran inútil y sin sentido.
A pesar de todos estos argumentos, Gill no está de acuerdo con que los alumnos aprendan música con aquella que está dentro de sus gustos más directos pero tampoco aprueba la enseñanza solamente con música clásica.
Entiende que es difícil conectar con un alumno pero apuesta por el desafío que supone conseguir que expandan sus mentes y que disfruten descubriendo músicas desconocidas.
¿Por qué se estudian compositores que fueron referentes musicales en su época y no se estudian los compositores que lo son en la actualidad?
Esta es una pregunta que habría que plantearse a fondo ya que algunos músicos incluidos el citado Richard Gill aseguran que no habrían estudiado música si solo hubieran escuchado la música de Mozart y Haydn.