OPINIóN
Actualizado 23/02/2017
Isaura Díaz Figueiredo

Iria, acudía todos los días a hablar con el viejo roble, era su mejor y más fiel amigo. Su padre había colocado un columpio entre dos ramas; mientras en el vaivén iba y retornaba en el rutinario balanceo, contaba sus secretos al árbol, como todos los abuelos, el roble era paciente, cariñoso, dulce su voz, siempre satisfacía con respuestas oportunas todas las preguntas, y daba soluciones a los miedos.

No solo la niña hablaba y contaba sus intimidades, el viejo y fuerte roble hacía participe a Iria de su vida longeva, repleta de experiencias alegres y algunas penas.

-¡Hace muchos años!, ¡muchos! fui apenas un pequeño arbusto, luego me dieron vitaminas y crecí y convertí en un joven arbolito? ¡jajaja!... casi no lo recuerdo - reía el árbol a la vez que movía sus añosas ramas -. Han descansado bajo mis ramas gentes cansadas, buscando un espacio de paz, y frescor, en mi follaje tejieron nidos infinidad de aves?

Niña y árbol sabían todos los secretos que sus corazones guardaban; el árbol los inocentes secretos de una niña de cuatro años, y la niña la experiencia del viejo roble. Ninguno de los dos temía lo que en casa se estaba tratando.

El padre, madre y psicólogo, discutían y tomaban decisiones fatídicas y tajantes:

-Debe ser cortado el viejo árbol por el bien de la pequeña

Apunta con palabra autoritaria el psicólogo.

- Es imposible que un árbol hable, qué se comunique con los humanos.

Pasó un tiempo, es de suponer que ambas partes, contrastaron lo bueno y lo menos malo. Cuando la niña supo lo que iba a suceder a su mejor amigo fue corriendo a contárselo

El árbol guardaba muchos secretos en su corazón sobre los padre de su pequeña amiga.

-Diles que recuerden cuando de niños jugaban y charlaban bajo mis ramas, soy el único testigo del primer beso, no me importó que arañaran mi piel y grabaran sus nombres, luego a aquellos nombres añadieran el tuyo, ¿cómo es posible que deseen hacer desparecer a un miembro de la familia por muy anciano que soy?, conozco todos sus secretos, los de buenas rachas de viento, y también cuando se hacía tornado, supe escucharlos y cobijarlos siempre.

Si me dejan vivir, juro que jamás volveré a hablar con los seres humanos. FIN

Estimada Gloria, tú como el viejo roble, también has sufrido en silencio, a tu lado vivieron aves de luz, y plantas toxicas, supiste escuchar, guardar secretos, tus fieles amigos siempre fueron las letras, nunca te defraudaron. Dentro de ti había un diamante, refulgiendo a través de la palabra, tenias el "don" de entregar amor y paz, quisiste emerger en un Océano lejano, olvidada de todos y de todo, levantarte al sol, y en el ocaso dar gracias por el milagro de "otro día" ¿Qué locura era esa? ¿Que daño te hacían? Los niños se hubieran quedado sin saber de una grandísima escritora, que como el viejo árbol sabía del misterioso mundo de los peques.

Se acercaron a ti, y contigo, a la lectura, la escritura al dibujo. Renegabas de tú corpachón, "¡es tan grande! Como los sacos de los Magos de Oriente cargados de juguetes y caramelos"; el tuyo llevaba ilusiones, dulzura, cariño? les hablaste de guerras - a tu manera - parecían peleas de patio, donde solo se podía disparar caramelos o chuches, pero en su letra, ocultaban como el roble - un mensaje - ¿ y el hambre? solo mariposas blancas pellizcando el estomago.

Allá donde estés amiga Gloria, sé que seguirás regalando amor, lo derramarás a manos llenas a todos los que se acerquen a ti. Felicidades en tu aniversario con una deliciosa canción, que tu creaste para que "las mates", no resultaran aburridas y tediosas.

LOS NÚMEROS

Un, dos, tres
Un, dos, tres
Son los números
son los números
si, si, si
Uno, dos, tres, cuatro
si, si, si
Son los números
son los números
si, si, si

El uno es un soldado haciendo la instrucción.
El dos es un patito que está tomando el sol.
El tres una serpiente que baila sin parar.
El cuatro es una silla que invita a descansar.
El cinco es un conejo que salta sin parar.
El seis es una pera redonda y con rabito.
El siete un caballero con gorra y con bastón.
El ocho son las gafas que usa don Ramón.
El nueve es un hijito atado a un globito.
El cero una pelota que acaba esta canción.

Isaura Díaz de Figueiredo


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