OPINIóN
Actualizado 23/02/2017
Redacción

13/febrero/lunes

Hoy se celebra el Día Mundial de la Radio. Escucho a Carlos Herrera en la COPE y habla con tres fenómenos del medio: Luis del Olmo, José María García e Iñaki Gabilondo. Las tres voces más importantes del último tercio del siglo XX y principios del XXI. Cuentan anécdotas y recuerdan que la radio que se hacía en España era sin duda la mejor de Europa.

Yo trabajé en RNE en Barcelona entre 1980 y 1982. Además de en los noticiarios informativos colaboraba en el programa "Cataluña ahora" que dirigía y presentaba Juan Antonio Fernández Abajo, otra voz extraordinaria de la radio, y la televisión, de esa época. Cada día me enviaba con una unidad móvil a cubrir en directo noticias relevantes, como una gran huelga que hubo durante varios meses en la fábrica de automóviles SEAT, situada en la Zona Franca de la capital catalana. Como el asunto también interesaba al programa "Protagonistas" de Luis del Olmo, en más de una ocasión interviene con él. Era algo fantástico: yo estaba empezando en el oficio y trabajar con Luis del Olmo era lo máximo.

"Protagonistas" se hacía en el estudio central de RNE en Barcelona, en Paseo de Gracia 1, esquina Plaza de Cataluña. Pero Luis del Olmo tenía su redacción en un pasillo, entre el ascensor y la redacción de informativos, que estaba en una pequeña torre del edificio. A Luis del Olmo le habían "apañado" un despacho, provisional para siempre: una mampara de quita y pon, de escaso espacio y malas condiciones para la importancia de su programa y la relevancia que él se había ganado al dirigir y presentar el programa de más audiencia de la radio española.

Aquella fue una época en la que pude convivir y trabajar en la misma empresa con locutores y periodistas de renombre, como Luis Arribas Castro, Pepe Navarro, Ángel Casas, Javier Sardá (el señor Casamajor), Emilio López Valls, Eva Algarra, Constantino Romero, Ricardo Revilla o Ricardo Fernández Deu. Mi primer jefe en RNE en Barcelona fue Juan Soto Viñolo, periodista y escritor de muchos registros. Tenía una responsabilidad en la redacción que dirigía Javier Foz y marcó mis primeros pasos en la radio. Juan Soto Viñolo falleció el pasado sábado y al ver y escuchar la noticia en televisión sentí un escalofrío. ¡Cómo había pasado el tiempo! Fue un buen jefe, humano, sencillo y didáctico. Siempre le estuve agradecido por eso y porque renovó mi contrato. Con el tiempo destapó una noticia sorprendente: que él había sido durante 18 años el guionista de "El consultorio de Elena Francis", un espacio de enorme éxito en el que los oyentes pedían todo tipo de consejos, especialmente sentimentales. Este programa tuvo gran audiencia en los años 50, 60 y parte de los 70 en Radio Barcelona, Radio Peninsular y Radio Intercontinental.

Juan Soto Viñolo, cuando dejó de emitirse el programa, escribió un libro, "Querida Elena Francis", donde reveló los secretos del singular espacio radiofónico. Cuando me enteré de que Juan había sido Elena Francis me llevé una sorpresa mayúscula. En este oficio todo es posible. Y en aquellos días, mucho más.

16/febrero/jueves

Día muy completo en Madrid. Madrugo con Violeta para ir a Madrid en el tren veloz. A las 8 de la mañana en Chamartín. Taxi al Hotel Ritz. La capital en plena efervescencia de movimientos, ruidos y contaminaciones. Como todas las grandes ciudades. Los urbanitas están consiguiendo despoblar el campo pero no sin peitencia. Ir contra la naturaleza siempre tiene

sus consecuencias.

Asisto a un almuerzo en el que interviene el Cardenal Carlos Amgo, riosecano de verbo elocuente y sabiduría eclesial, esa que nunca se equivoca. El acto se enmarca en la exaltación de la Semana Santa de Medina de Rioseco, la ciudad de Víctor Caramanzana, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Valladolid y amigo mío. En la sala se llena de políticos, periodistas y personas relacionadas con la Ciudad de los Almirantes.

Monseñor Amigo, franciscano al que le gusta que le llamen Fray Carlos, es una persona brillante, fue arzobispo de Sevilla y estuvo en los Cónclaves que eligieron Papa a Benedicto XVI y a Francisco. Eminencia Reverendísima, como no olvidó de decirle la ministra de Agricultura Isabel García Tejerina, vallisoletana también, que fue la encargada de presentar al conferenciante.

En dos ocasiones asistí a charlas con el Prior de los Franciscanos en Zamora cuando yo contaba con 17 años. Fueron reuniones sencillas, abiertas, de unas 10 personas, con aquel hombre que es este. Acudí a charlar con él entonces porque me dijeron que era encantador y muy inteligente. Doy fe que me causó una gran impresión. No lo he olvidado en el hall del hotel, tras saludarle, se lo recordé. Su memoria le alcanza y, a pesar de tanto vivido, lo recordaba perfectamente. No es extraño que su carrera en la iglesia haya sido tan importante y se le quiera tanto por donde ha pasado, entre otros sitios también Santiago de Compostela, donde hizo un curso acelerado de "galleguismo". En la charla posterior a su conferencia, donde se incluyeron preguntas de los asistentes, algunas de calado y de compromiso político, supo salir airoso con respuestas lacónicas, monosilábicas y abiertas a la interpretación. Un cardenal como él no puede caer en la bajeza de respuestas broncas o que hieran a una parte del auditorio. Los riosecanos lo admiran y lo consideran el hijo de máximo honor y gloria de su ciudad.

Rioseco, que alberga en su seno cuatro iglesias como cuatro catedrales, no se merece menos. Igual que su Semana Santa, de perfil único. Una ciudad de 5000 habitantes, de los cuales 3600 son hermanos cofrades, vive la Semana Santa de forma especial, a lo largo de todo el año, como una forma de ser y sentir, como expresión de unas creencias, de una emoción que embarga a todas las familias, a todo el pueblo, niños y mayores, jóvenes, mujeres y hombre. Como dijo Monseñor Amigo, "que nadie vaya a ver la Semana Santa de Rioseco para comprenderla, sino para vivirla, para sentirla, para emocionarse; el estudio que hay que hacer siempre es el del corazón".

Sin duda, Rioseco y su Semana Santa sólo tienen un camino: el conocerla, el vivirla, todos sus pasos, muy especialmente los dos más señeros: Longinos y la Escalera, las dos orillas de un inmenso río caudaloso de emociones. Mi suegro, Paco Olías, natural de Carmona, gran amante de la Semana Santa de Sevilla, se sorprendió cuando vivió la de Rioseco. No se trataba de comparar, que cada cual tiene su impronta y su grandeza, sino de comprobar que las dimensiones del sentimiento son inabarcables y que una ciudad de 5000 habitantes alcanza con su Semana Santa una grandeza imposible de explicar. A Monseñor Amigo siempre le preguntan qué Semana Santa le gusta más, la de Rioseco o la de Sevilla, y contesta que eso es como cuando le preguntan a un niño que a quién quiere más, a su padre o a su madre.

Durante el acto hubo más intervenciones, entre ellas las del alcalde de la ciudad, Artemio Domínguez, siempre emocionado y orgulloso al hablar de Rioseco, el presidente de la Junta de Semana Santa, Julio de las Heras, que recordó que su madre le había dado clase a Monseñor Amigo de niño, y Jesús Julio Carnero, presidente de la Diputación de Valladolid, quien hizo una invitación brillante a visitar Rioseco y su Semana Santa, así como otras de la de la provincia, algunas tan señeras como las de Valladolid, Medina del Campo y Tordesillas.

Jesús Julio Carnero supo sacarle partido a Valladolid en algo que toda España reconoce, que es la calidad y variedad de sus vinos. Hizo una alusión al vino en su relación con algunos pasajes bíblicos, como las Bodas de Canaan y la Última Cena, para interpretar que el vino es alma, que trasciende, y que para los cristianos es algo sagrado, sangre de aire y de cielo, raíz profunda de las cepas insertadas en esta tierra de Castilla y León.

Jesús Julio Carnero será el pregonero este año de la Semana Santa de Rioseco. Habrá que irle a escuchar, que su canto será un homenaje muy especial a este misterio del pueblo que aúna a todos, elevándose por encima de la razón pura, de las lógicas y de los entendimientos. Porque aquí ha quedado claro que quienes mandan son el corazón y el sentimiento. ¿Acaso hace falta más?

En frente del Ritz, al otro lado del Paseo de Recoletos, está el Museo Thyssen-Bornemiza. Y justamente al terminar el acto sobre la Semana Santa de Rioseco se presentaba una exposición única: "Obras Maestras de Budapest, del Renacimiento a las vanguardias". Pude ver con Violeta una colección de pintura extraordinaria: Leonardo da Vinci, Rafael, Carrachi, Durero, Cranach el Viejo, Rubens, Van Dyck, Tiepolo, Pissarro o Monet, además de una larga serie de obras de pintores españoles, como Murillo, Zurbarán, Velázquez o Goya. La Galería Nacional de Hungría alberga la mayor colección de arte español allende nuestras fronteras, la que ahora se puede ver en el Museo Thyssen, junto con obras de otros pintores húngaros y diferentes países, siempre del máximo nivel.

Un éxito de la Baronesa Thyssen, Tita Cervera, quien con sus colaboradores y la embajadora de Hungría, presentó la exposición a una prensa numerosa y expectante por saber qué pasará en el futuro con el Museo, si la colección seguirá en Madrid o buscará otro lugar. Las dificultades económicas y los impuestos de Hacienda traen a mal traer a la Baronesa. Me inclino por pensar que seguirá donde está y por muchos años. El museo bien merece el entendimiento.

De Madrid al cielo, ya lo creo. Yo en Madrid siempre me siento mejor que en casa. ¡ Y hay tanto que ver! Dando un paseo después entramos a tomar una manzanilla (de la buena) en el Café Gijón, lugar mítico, de intelectuales y gentes de vivir entre la palabra y el vino. Más palabra cuanto más vino, sabedores a su vez de que, como dice el Talmud judío "cuando el vino entra el secreto sale".

La última vez que comí en el Café Gijón fue hace varios años, y me acuerdo porque invité a Jordi Gutiérrez, excompañero mío en RNE en Barcelona, y actual Jefe de Prensa del Rey Felipe, y a Viçenc San Clemente, periodista de TVE, corresponsal en varios países, y que entonces trabajábamos juntos en los Telediarios de TVE en Torrespaña. Nunca me devolvieron la invitación, no sé si como buenos catalanes, o malos. Ya se sabe que en este tipo de ágapes siempre hay un pardillo, y ese fui yo. Prometieron continuar las citas, pero después de doce años, mal lo veo. Aunque nunca es tarde. Aquel día comió en solitario, al lado de nuestra mesa, Francisco Umbral, con cara de enfado mientras pensaba, seguro, por donde entrarle a alguna de sus geniales columnas literarias y periodísticas. Había pedido una botella de vino y sólo bebió una copa. El resto allí quedó.

El Café Gijón siempre me infunde emoción: vuelvo a ver sus cuadros, sus dedicatorias, de personajes históricos, de actores o escritores, como García Pavón, Buero Vallejo, Eladio Cabañero ( uno de mis poetas preferidos, junto con Claudio Rodríguez) Antonio Pereira, Rafael Alberti, Paco Rabal, Fernán Gómez o Camilo José Cela. Varias placas recuerdan "La tertulia de poetas" y otras compañías. Especial gracia tiene la dedicada a "Alfonso, cerillero y anarquista; aquí vendió tabaco y vio pasar la vida". Alfonso González Pintor, que así se llamaba, era natural de Barruelo de Santullán, Palencia, y fue invitado por Arturo Pérez Reverte a su toma de posesión en la Real Academia de la Lengua. ¡Qué historias y qué anécdotas no tendría este hombre de padre anarquista muerto en la Guerra Incivil! Unos versos, o lo que sea, de Gómez Rufo, me dejan tocado: "O esperamos una llamada angustiados,/ o nunca la hacemos a tiempo./ Vivimos pendientes de un hilo/que ni siquiera sirve/para ahorcarnos". Ahí lo dejo.

La manzanilla (de la buena) ataca el pesimismo de Gómez Rufo me alegra el espíritu. Sigo por la acera del Café Gijón y me encuentro con la Fundación Mapfre. Destacan una exposición de Miró. Pues ahí que entramos. Impresionante. De pintura no entiendo nada, como de casi todo, o de todo, pero me dejo llevar de nuevo por la emoción, por el corazón. Es la manera de no fallar nunca. Se titula "Espacio" es una amplia muestra traída desde la Fundación Miró de Barcelona. Una maravilla. Con Miró, como con Picasso, o como con Tapies, descubres que el artista lo es porque es distinto, porque crea, porque es diferente. Pintores hay millones, pero especiales, muy pocos. Cierto también que los hay pretenciosos, que intentan engañarnos, que van de modernos o superlativos, pero no dan la talla. Son trampantojos, y nada más.

Miró en esta exposición, que de momento tiene asegurado un tiempo de cinco años, demuestra que podía dibujar y pintar como quisiera. Y que fue centrando su pintura en una ruptura con lo clásico, hasta conseguir trazos sencillos y sorprendentes que generan expectación y sorpresa. Es un fanático de tres conceptos: la mujer, los pájaros y las estrellas, especialmente la luna. Los cuadros de esta exposición son un canto a esa idea. Miró es un catalán universal, de visión amplia, abierta, diferente, lejos del clásico nacionalista de campanario, que tanto abunda en estos tiempos en esa tierra entrañable.

De vuelta a Valladolid compro en la Estación de Chamartin "Patria" la última y gran novela de Fernando Aramburu. Diez ediciones en cuatro meses. Es un retrato necesario e imprescindible para conocer a fondo los tiempos de ETA. Vargas Llosa le dedicó su artículo en "El País" la semana pasada. Ya estoy en ello, y me tiene cautivado. A Aramburu en su día le leí "Fuegos con limón", una maravilla que ya descubrió algunas miserias de la banda, y de una sociedad, la vasca, que se entregó al miedo de las pistolas.

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