!Sáquennos de Grecia¡

Autora: Sonia Castilla, activista por los Derechos Humanos

En 2014, Kurtey, Ghazal, Karmey, Beshey y Noorey fueron trasladadas a un campo de refugiados en Grecia, donde han creado un "círculo de protección" como medio para apoyarse entre ellas en las condiciones en las que se encuentran dentro del mismo. Huyeron del norte de Irak cuando el Estado Islámico se apoderó de su ciudad, Sinyar. Era su única opción; si se quedaban serían violadas, torturadas o vendidas como simples objetos, ya que las mujeres yazidíes se encuentran especialmente perseguidas por el ISIS por sus rasgos étnicos: son mujeres rubias y de ojos azules. Existen numerosos ejemplos de intentos de exterminio a los yazidíes: el último de ellos tuvo lugar en 2014, cuando el Estado Islámico de Irak y el Levante tomó la ciudad donde residían. Murieron miles de civiles, y otros tantos fueron secuestrados. Los 200.000 yazidíes que quedaron atrapados durante más de una semana en la montaña fueron sitiados hasta morir de hambre. Los capturados fueron divididos en varias categorías: hombres, mujeres ancianas, madres con sus hijos de menos de 6 años, niñas vírgenes (tan sólo incluidas aquellas que se encontraban entre los 8 y 9 años de edad), y niños. Algunas de las niñas fueron entregadas a soldados y miembros del propio Estado Islámico en Siria. Un informe de Amnistía Internacional revela que "durante los primeros meses de cautiverio obligaron a todas las niñas a ingerir píldoras no identificadas. A algunas mujeres embarazadas las hicieron abortar violándolas a diario, dándoles palizas con cinturones o propinándoles patadas en el vientre".

Cuando el Estado Islámico entró en la zona de Irak en la que vivían cientos de hombres, mujeres y niños fueron secuestrados y obligados a convertirse al Islam. Los últimos informes dicen que 3.800 yazidíes permanecen aún en cautiverio.

Estas cinco mujeres se encuentran en unas condiciones tan deplorables que crearon un «círculo de protección». Tal y como ellas mismas cuentan en sus testimonios recogidos en diferentes informes de Amnistía Internacional, han llegado a modificar rutinas tan sencillas y universales como ir al servicio (construyeron incluso una especie de baños turcos, denominados hamman, junto a sus tiendas), ya que se ven en la obligación de hacer su vida cotidiana por el campo de refugiados, acompañándose entre sí, por miedo a cruzarse con hombres en lugares poco alumbrados, y a la poca intimidad que el campo les brinda.

Desde el pasado otoño, Amnistía Internacional ha recogido en una de sus campañas multitud de mensajes con el fin de hacerles sentir que no están solas, que el resto del mundo las apoya. "Gracias. Gracias. Es importante saber que no estamos solas. Aquí a veces nos sentimos como en una prisión. Queremos ir a Alemania, queremos que nuestros hijos tengan educación, queremos salir de aquí", fueron las palabras de Kurtey en representación de sus compañeras al recibir estos mensajes de cariño y solidaridad recogidos en la campaña. En aquel momento Kurtey junto a sus compañeras se sentían esperanzadas al saber que Ghazal se encontraba ya en Atenas, porque con suerte pronto llegará a Alemania, donde se espera que sus condiciones mejoren.

Europa se ha convertido en una «falsa salvación» para todas aquellas personas que huyen de una guerra de Oriente Medio, esperando una protección internacional que se queda en campos refugiados con unas condiciones deleznables. Recordemos que más de 60.000 personas se encuentran aún en Grecia esperando ser acogidos, o mejorar, al menos, las condiciones anteriores. Además, no debemos olvidar que la Unión Europea creó programas de reubicación de refugiados, que en la práctica se alejan mucho de los ideales que impulsaron su creación. En el caso de España, únicamente se ha acogido a 1.000 refugiados, de los 17.000 que el Gobiernos se ha comprometido a acoger antes de septiembre de este año, compromiso reafirmado recientemente por el nuevo ministro de Exteriores.