OPINIóN
Actualizado 21/02/2017
Fernando Robustillo

A veces cuando escribimos sobre lo filial nos convertimos para algunos en poetas de bodas, bautizos y comuniones. Pero qué queda de la poesía si el vate veta la amistad. La poesía sobre todo es amor, amistad, emoción, sentimiento, después un proyecto como

Con cuatro de esas columnas, sentimiento, proyecto, arte y construcción, la poesía conforma el templo sobre el que se sostiene. Y ciñéndonos a la lengua castellana, templos construyeron Jorge Manrique, Santa Teresa o Federico. Pero no son peores poesías ni peores poetas quienes su sentimiento lo emplearon en la construcción de humildes moradas, aunque límpidas e iluminadas, como León Felipe, Antonio Machado o Miguel Hernández, o quienes ni siquiera construyeron casas, sino delicados jardines para que pasearan los enamorados, recordemos a Bécquer, Rubén Darío o Neruda, o también esos otros que elevan carpas al viento que se montan y desmontan para cabida de ellos y de los anteriores, eternamente disponibles para acudir a la llamada de los rapsodas, en las que habitan Juan Ramón, Salinas, Cernuda, Mistral, Alberti y un largo etcétera que llega hasta nuestro días y hasta nuestra Salamanca con don Miguel.

Habrá quien nos recuerde a los que falten en nuestro breve exordio, o les gustaría ver a otros nombres, muchos, por supuesto, o sobre los reseñados podrán decir que son incomparables entre sí por la abundancia o lo exiguo de su obra, es verdad, pero nos cuidamos en recordarles las palabras de un autor de ese interminable etcétera, discúlpenme que no recuerde su nombre, quien decía: "si al final de toda una vida dedicada a la poesía van a quedar de nosotros apenas cincuenta líneas, escribamos esas cincuenta líneas y dejémonos de tanto esfuerzo". Ni decir tiene que era un bromista, pero con mucha enjundia. (Para otros, un optimista).

Dicho lo anterior, pasemos a recordar a dos grandes de los que quedaron más de cincuenta líneas, y señalemos que tal día como hoy, 21 de febrero, pero de 1904, el más joven de los integrantes de la Generación del 98, Antonio Machado (curiosamente fallecido un día 22 de febrero, tal como mañana, pero de 1939) publicaba en la revista "Alma Española", firmando como "poeta y profesor de francés", un poema dedicado a Unamuno con la siguiente dedicatoria: "A D. Miguel de Unamuno en prueba de mi admiración y gratitud". Lo dicho, un "me gusta" intelectual en tiempos no "feubianos". Se titulaba "Luz", pero llevaba un subtítulo: "Soliloquio".

LUZ

¿Será tu corazón un arpa al viento,
que tañe al viento?... Sopla el odio y suena
tu corazón; sopla el amor y vibra?
¡Lástima da tu corazón, poeta!
¿Serás acaso un histrión, un mimo
de mojigangas huecas?
¿No borrarán el tizne de tu cara
lágrimas verdaderas?
¿No estallará tu corazón de risa,
pobre juglar de lágrimas ajenas?
Mas no es verdad? Yo he visto
una figura extraña,
que vestida de luto, ¡y cuán grotesca!
vino un día a mi casa.
-De tizne y albayalde hay en mi rostro
cuanto conviene a una doliente farsa;
yo te daré la gloria del poeta,
me dijo, a cambio de una sola lágrima.
Y otro día volvió a pedirme risa
que poner en tus hueras carcajadas?
Hay almas que hacen un bufón sombrío
de su histrión de alegres mojigangas.
Pero en tu alma de verdad, poeta,
sean puro cristal risas y lágrimas;
sea tu corazón arca de amores,
vaso florido, sombra perfumada.

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