Con cansancio acumulado, las jugadoras del conjunto salmantino, juegan este miércoles el último partido de la fase regular de la Euroliga
El destino tenía preparado a Avenida lo mejor para el final. Se acaba la fase regular de la Euroliga y la guinda a este año no podía ser otra que, sin duda, el peor viaje posible dentro de la competición. No por incomodidad o peligrosidad sino por tratarse de una paliza bárbara. Casi 24 horas de viaje, sin dormir, con horas largas de espera en aeropuerto y llegando a una ciudad de nombre Oremburgo.
¿Saben esa situación que se produce diariamente cuando agachas la cabeza y realizas mecánicamente los mismos movimientos sin pensar? Se llama rutina y para Avenida, en este 2017, es rutina ir a oscuras por las calles de Salamanca cargados con una maleta. Estos dos meses son, sin duda, de los más duros que se recuerdan por estos lares y se podía tener un final más apoteósico. Eran las 6.30 cuando cruzaban Salamanca para coger el bus que les llevaría al aeropuerto de Barajas.
Allí esperaba la primera sorpresa con una cola de facturación de más de una hora. Por delante cinco horas más de vuelo hacia Moscú, en avión casi completo. Lo más duro, de momento, esperaba en Rusia. Y es que el viaje a Oremburgo se caracteriza por una fatal combinación de vuelos con Moscú, por lo que les tocó esperar en el aeropuerto siete horas. A la una de la mañana, hora de partir a Oremburgo.
Avión atestado de gente recordando a otras compañías aéreas en lo que a comodidad de piernas se refiere. Ya daba igual, sólo queríamos llegar como fuera. Y ese "como fuera" tuvo más sentido que nunca porque el aterrizaje fue de los de agarrarse al asiento delantero. Viento, nieve, hielo y el avión tocando tierra de lado a lado cual coche de carreras. Un sustito para terminar la jornada.
La traca final, el último detalle local haciendo a los pasajeros esperar a las maletas en plena calle, algo que había advertido Silvia, que de Rusia sabe un rato, y que no terminaron de creer. Escena surrealista junto a un cobertizo del s. XIX, a -8 grados de temperatura, con vientos que movían el hielo de la noche, para darle a aquello tintes épicos o de película de terror. Las maletas llegan en una cinta que va "a pilas", bajo un techo de metal, cobijadas bajo unas paredes de dudosa consistencia. Así es el aeropuerto de Oremburgo. Bajo la nieve, bajo el frío, llegaron al hotel. Un lugar que ya habían visitado, con espectaculares vistas a varios talleres de coches, aunque era lo de menos. Sólo querían dormir. El baloncesto quedó en un segundo plano.
Fuente: Perfumerías Avenida