Acaba de aparecer, editada por la Fundación Salamanca Cultura y Saberes, una Antología de veintiún poetas salmantinos con cincuenta y cuatro poemas escritos como grito contra el hambre. Es un acontecimiento poético y un hecho profético. Se llama Volumen
Y lo primero, me pregunto a qué viene la poesía, aunque sea buena y abundante, ante un problema tan concreto como el hambre, de soluciones tan exactas como difíciles. ¿Es que la poesía mata el hambre? Y tampoco han pasado tantos años desde que Bertold Brecht discutía la oportunidad de un poema en tiempos sombríos. Entonces, ¿a qué viene un Volumen para el Grito con más de mil setecientos versos mientras mueren de hambre miles y miles de personas cada día? Por cierto, ¿tiene el ciudadano algo más noble y más a la mano que la voz?
Y lo segundo, hace ya veinticinco siglos que Platón, pensando en el estado ideal, expulsó en su República a los poetas de la vida pública. Eran perjudiciales para la polis y niega su posible función social y educativa. Por eso les prohíbe la entrada en ese estado ideal con el que sueña como pensador político. Aparte de muchas precisiones que serían aquí necesarias, ¿tanto perjuicio y tanta enajenación social provocan los poetas en una ciudad como para ser expulsados de ella? ¿No aportaban nada o eran un estorbo para el poder de turno?
Y lo tercero, frente a aquella pregunta primera y esta expulsión de Platón, ¿no es lo primero ante el hambre levantar la voz? ¿No es el profeta el que mejor ve y antes interviene? ¿El que ve y denuncia, que eso es ser profeta, no acaba siendo poeta por la fuerza de los hechos? Hasta estadísticamente esto es cierto, desde el profeta Isaías (siglo VIII a. C.), altísimo poeta, hasta cualquier Ernesto Cardenal de nuestros días, anciano profeta ya y todavía denunciante diario y a la vez poeta eminente en Nicaragua. Está demostrado que de poeta a profeta sólo hay un paso y en castellano sólo es cuestión de dos letras. A ver si al final una sociedad, que no puede vivir sin profetas, tampoco sobrevive sin poetas.
Y lo cuarto, va estando claro que estos veintiún poetas son continuadores de cuantos profetas en el mundo han sido. Isaías exigía partir el pan con el hambriento y ellos también; Amós acusaba a los que eran capaces de vender a un pobre por un par de sandalias y ellos también; Juan el Bautista, "el mayor profeta nacido de mujer" a criterio de Jesús, denunciaba la desigualdad y reclamaba que el que tenga dos túnicas regale una a quien no la tiene y que el que tenga poder que no lo use para oprimir y abusar; Jesús de Nazaret, profeta siempre sin duda y poeta a veces proclama desde el Monte la buena suerte futura de los desvalidos; y pensando en aquello resumió todo esto Gabriel Celaya al maldecir la poesía "concebida como lujo cultural" y titular su poema "la poesía es un arma cargada de futuro" y "tan necesaria como el pan de cada día".
Y lo quinto, que la voz de estos poetas abra los ojos, despierte conciencias y promueva acciones y presencias. Para eso esta voz ha sido publicada y en forma de grito porque la ocasión es apremiante y cada día se nos vienen encima alrededor de 10.000 niños menores de 12 años muertos de hambre, cada día nos descoloca la marea humana que desde África y el sureste de Asia y desde Méjico y Centroamérica avanza a través de muertes y muros hacia el mundo libre y rico del Norte, cada día la violencia se lleva por delante a inocentes y pobres, cada día miles de personas se quedan sin agua en el pozo o sin cenar porque no hay nada o sólo hay un cazo de arroz sin más dos veces al día, cada día miles y miles de niños no tendrán ni pupitre ni papel ni lápiz siquiera... A todos ellos sólo les queda la estampida hacia el Norte. Y les acompaña el grito de muchos profetas, de cerca y de lejos, de allá y de aquí. "Quema la estridencia del hambre entre las manos", constata en su poema Celia Camarero. Sin grito no podríamos seguir ni intervenir.
Y lo sexto, Manos Unidas sigue e interviene desde hace casi sesenta años. El método es lento pero seguro y no conozco otro camino para detener la huida hacia el norte creando espacios de pan y de dignidad. Son proyectos rigurosos y asegurados, propuestos y gestionados por grupos y asociaciones del Sur (esto es vital para la viabilidad y la permanencia), aprobados, supervisados y financiados por Manos Unidas, con profesionalidad, controlando pasos y facturas, exigiendo responsabilidades, acompañando de cerca con rigor y con pasión. Llevo más de cincuenta años de voluntario en esta organización y todavía me quedo admirado muchas veces de la calidad y honestidad de su trabajo. Y nada de esto existiría si no hubiera gritos ni profetas.
Por eso, y es lo final, a todos nos honran y nos animan estos veintiún gritos de esta Antología.
Gracias, poetas; gracias, profetas.
Nota
El Volumen para el Grito puede adquirirse por diez euros (la Fundación los cede para Manos Unidas) en la sede de Manos Unidas (Pº Carmelitas 84, 1º A), en la Casa de la Iglesia, en la iglesia de La Purísima y en las siguientes librerías: Ars, Hydria, Letras Corsarias, Nueva Plaza, Pablos, Víctor Jara? Vaya, no se quede sin él.