OPINIóN
Actualizado 18/02/2017
Juan Ángel Torres Rechy

En la era digital, la conversación se reviste de una trascendencia nueva, que no se encuentra sometida a la tiranía tecnológica, y reivindica nuestra naturaleza necesitada del contacto físico y del diálogo con el otro.

«Para mí son las 9:55 a.m. Juan Ángel. Estoy en Miami, que gusto leerte, espero leer más columnas tuyas. FELICIDADES.» Joselyn. ● «Casi no acostumbro a escribirle a las personas de los periodico pero aveces sí lo hago y les digo lo que pienso. Creo que nosotros las personas tenemos mucho valor y así es importante que personas como usted hablen de esto porque es bueno en este tiempo con muchos celulares y tecnología y la gente ya casi no escribe así.» Vladímir. ● «Son las 16:55h en Salamanca. Concuerdo con Ud. sobre la poética de la textualidad como sombra, o reflejo, del autor, que permanece anclada al instante de la lectura y sirve de referencia para saber por dónde pasó el hombre. A partir de otros registros, que Ud. conoce bien, yo también he abordado estos asuntos. Quisiera destacar su guiño a la historia de la lectura y la escritura a partir de la mención de las nuevas tecnologías, la imprenta y el tiempo anterior a la escritura. Abrazos.» Rubén. ● «¡Son las seis de la tarde en Alemania!» Sebastian. ● «Qué buen regalo para este día del amor y la amistad Juan Ángel. Bueno lo escribiste el sábado pero no lo pudimos leer sino hasta hoy. Son las 1658.» Kerstin y Paul. ♦ Agradezco estos comentarios recibidos en el transcurso de la semana siguiente a mi publicación anterior, Muñeco de palma, es decir, entre el sábado pasado y hoy. Le agradezco a sus autores que me permitieran publicarlos, del mismo modo que agradezco un par de comentarios más, cuyos redactores prefirieron que quedaran en mi correo electrónico y no aparecieran aquí. El «otro» puede convertirse en la mirada y la voz que descubren la identidad de uno. El aparato de su juicio y su emotividad activa procesos de nuestra autoconsciencia. Su discurso entra en contacto con el nuestro y se produce un fecundo diálogo de partes diferentes y complementarias. Como en un espejo, o como en la superficie del agua tocada por una piedra arrojada desde la orilla, en las palabras del otro podemos encontrar un reflejo de nuestro semblante. En la era digital, la conversación se reviste de una trascendencia nueva, que no se encuentra sometida a la tiranía tecnológica, y reivindica nuestra naturaleza necesitada del contacto físico y del diálogo con el otro. La palabra es el cimiento y el edificio de la mujer y el hombre. La palabra libre y de buena fe. La que pone su mano sobre la realidad y la convierte en una realidad distinta, donde se aprecian las huellas del ser.

torres_rechy@hotmail.com

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