OPINIóN
Actualizado 16/02/2017
José Luis Sánchez

Pero no puedo. Es así como nos va en este mundo. Solo llegar y ya tenemos todas las papeletas para irnos, nos toca si o si. Vitigudino se quedó hace un par de días sin un vecino grande, un tipo cariñoso, generoso y buena gente donde los haya que se fue tan rápido que apenas vislumbramos aún la certeza de que no volveremos a verle. Joven todavía, apenas cruzados los sesenta, y ya se le arrancó la vida. Anoche soñé que le agarraba fuerte al filo de la línea y le regresaba. Cosas que tienen los sueños, ya ven.

Y otra vez a llorar en silencio bajo un cielo amenazador, repleto de parches oscuros y tenebrosos, un martes de enamorados torvos y de un recuerdo, ya para siempre, tiznado de pena. Con los operarios del cementerio haciendo mecánicamente su oficio (me acuerdo de León Felipe), cemento va, cemento viene, rasillas perfectamente medidas y la madera de charol engañándonos, tapándonos una reluciente vida, escondida ya para siempre en la llorosa cueva del álbum familiar y la nostalgia. La nostalgia posee la sorpresa indeleble y asustadiza del prestidigitador. No está, pero de golpe aparece. Y de un día para otro se confunde sueño con realidad. Después un mundo de flores predecibles y muchos abrazos.

Y el poema cherokee revoloteando entre temblores y la ausencia grande como un vientre infinito.

"No te pares al lado de mi tumba y solloces.

No estoy ahí, no duermo.

Soy un millar de vientos que soplan

y sostienen las alas de los pájaros.

Soy el destello del diamante sobre la nieve.

Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro.

Soy la semilla y la lluvia benévola de otoño

cuando despiertas en la quietud de la mañana."

Hermano, esposo, padre, suegro, abuelo, tío, primo?En la rosa de Tere llevas peinado para siempre el corazón de todos nosotros.

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