La semana pasada falleció D. Agustín Ríos, el cura Ríos, el médico hematólogo, persona principal de esta ciudad, bien que importado desde su Extremadura, como el Dr. Borrasca, que fue su jefe y sin embargo amigo, sin los cuales no se podría explicar la existencia y el funcionamiento del Servicio de Hematología del Hospital Universitario, cuyos humildes comienzos hay que rastrear en el Instituto de Investigaciones Clínicas, puesto en marcha en 1954, cuando yo estaba en 1º de Primaria.
De bien nacidos es ser agradecidos. Y yo tengo mucho que agradecer al cura Ríos. Algo de lo que relataré a continuación se lo conté a él en los encuentros que tuvimos durante los meses en que vivió en la Residencia Sacerdotal de la Casa de la Iglesia, en el palacio de Calatrava. No tuvimos una relación directa hasta su último año de vida, pero?
Verano 1965: D. Agustín perteneció a un Instituto Secular, el "Acies Christi", o "los avelinos", como era conocido en ambientes eclesiales, porque había sido fundado en 1940, en Cáceres, por el sacerdote extremeño D. Avelino López de Castro. Los avelinos tenían en Salamanca, que yo sepa, dos sedes: una residencia universitaria en unos pisos de la actual calle Rector Lucena y también regentaban el palacete modernista de la C/. Gibraltar, vamos, la Casa Lys. Allí íbamos a estudiar, a rezar y a tener reuniones un grupo de estudiantes de Bachillerato, acompañados por los avelinos más jóvenes. En el mirador que da a Rector Esperabé, sentado ante una camilla, con dos hojas delante de mí, la una la instancia para ingresar en la Facultad de Medicina y la otra para pedir ser admitido en el Seminario. Después de una tarde de reflexión, oración, consultas y nervios, decidí romper la instancia para ingresar en Medicina. De modo que se frustró mi posible encuentro con D. Agustín.
D. Agustín ha sido durante muchos años capellán de la Universidad (USAL). Esta institución, la de capellán de la USAL, fue una decisión del Rector Miguel de Unamuno. Tampoco en la USAL coincidimos, pues yo fui únicamente alumno libre de los Cursos Comunes de Filosofía y Letras y no estaba el horno diocesano para que un cura joven salmantino intentase hacer "carrera universitaria". Y menos en Filosofía, que después de renunciar a la Medicina era la vocación intelectual que había terminado descubriendo. Otro sacerdote avelino, que ha marcado la vida de la diócesis y de la Iglesia de toda la Región, D. Marcelino Legido, había señalado claramente el camino de la cercanía con los pobres con la consiguiente renuncia a los títulos universitarios, que eran poderes de este mundo. Y grandes. Siendo un gran profesor de Filosofía, había abandonado esos derroteros para mimetizarse con los emigrantes españoles en Alemania, con los obreros del barrio de Pizarrales y con la gente del Campo Charro y del mundo rural salmantino.
Pero los caminos de Dios son inescrutables y, a la postre, si no le encuentras a Él, Él te encuentra a ti. Y eso ha ocurrido conmigo y con D. Agustín: he acabado encontrándome con él a través de los médicos hematólogos que él colaboró a formar, especialmente la Dra. Vidriales que es la que, nunca mejor dicho, me ha tocado en suerte. Y he sido tratado exquisitamente, con Ciencia probada y con humanidad contrastada, como el Dr. Ríos y el Dr. Borrasca preconizaron desde el principio y el Dr. San Miguel afianzó, por no citar sino a las cabezas visibles, porque lo importante es el equipo. Para más información pueden verse las entrevistas realizadas por D. Maximiliano Puertas:
http://www.hematosalamanca.es/index.php/presentacion/servicio-de-hematologia/historia/73
http://www.hematosalamanca.es/index.php/presentacion/servicio-de-hematologia/historia/72
Antonio Matilla, sacerdote, paciente de Hematología en el Hospital de Día del Hospital Universitario de Salamanca.