Una obra de arte tiene que emanar de la riqueza de tu mundo interior y ser canalizada con quietud y sensibilidad. Hay que estar lejos del murmullo humano, sólo acompañado del silencio y de los trazos que vas dejando en el lienzo. Como el navegante solitario que solo habla con las estrellas y ve llegar la noche como si fuera el fin del mundo.
La soledad agita y remueve tu subconsciente y refuerza la ansiedad por lo desconocido y por conectar con otras sensibilidades. Desplegando la imaginación en la soledad del estudio, vives la creación artística contradiciendo a tus sentidos externos, con un rumbo misterioso al que te conducen las emociones, que se suceden como una melodía de creación que nunca se repite.
Son las 01:24 del miércoles y sigo en el estudio. No puedo más que dejar que la soledad siga ocupando el espacio de mi trabajo, de mi lienzo, mientras yo, no pienso en pintar; solo pinto.