Tanto Cruz Roja como Accem tienen pisos listos en Salamanca para alojar a los que van llegando, mientras se les tramitan papeles, tarjeta sanitaria y matrículas en colegios
Castilla y León recibió a los 32 primeros refugiados sirios, procedentes del Líbano, a mediados de julio de 2016, en cumplimiento del Programa Nacional de Reasentamiento. Sus provincias receptoras fueron León, Ávila, Valladolid, Palencia, Soria y Zamora. Pero los preparativos y las primeras acogidas en pisos empezaron antes, en marzo.
Diez meses después, Cruz Roja y Accem, las dos organizaciones que gestionan el programa del Gobierno en Castilla y León, proporcionan asistencia a 370 refugiados. El 30% son refugiados sirios 'reubicados' y 'reasentados'. Otro 20% son venezolanos. Y también ha personas de Azerbayán, Afganistán, Camerún, Colombia, Congo, Egipto, Guatemala, Guinea, Honduras, Iraq, Paquistán, Salvador, Siria, Somalia, Ucrania, Venezuela.
Proceden de media docena de países en guerra o en situación de conflicto. La mayoría, explica Daniel Duque, responsable territorial de Accem en Castilla y León son sirios, pero también, y aunque ya hace semanas que no están en la portada de los informativos, muchos de ellos son venezolanos. Pero también hay ucranianos, somalíes, congoleños, salvadoreños, iraquíes y colombianos... Unos, huyendo de la guerra; otros, de las maras y otras formas de violencia callejera y organizada, o de dictaduras que les asfixian económicamente. Los números de refugiados son muy cambiantes y dependen de la Dirección General de Migraciones, pero tanto Cruz Roja, en las nueve provincias, como Accem, en Burgos, León, Salamanca y Valladolid, tienen pisos listos para alojar a los que van llegando mientras se les tramitan papeles, tarjeta sanitaria y matrículas en colegios.
En la primera fase, los refugiados están en estos pisos durante seis meses (prorrogables a tres más) para familiarizarse con la ciudad, las costumbres y «muy importante», el idioma. La segunda fase del programa es el primer paso a su independencia: se les sigue facilitando ayuda económica, con la que alquilan una vivienda, y formación laboral. No es fácil convalidar sus títulos académicos, «así que se redirige su formación para que le pueda favorecer su inserción». La tercera fase es la completa autonomía, superados los 18 meses de estancia, en condiciones «normales» y hasta 24, en situaciones «vulnerables». Los equipos que les asisten en este tránsito están formados por asistentes sociales, psicólogos, abogados, casi todos, voluntarios. Se trabaja con ellos, precisa Daniel Duque, «mucho, y cada vez más, en el plano psicológico, porque vienen bastante tocados, cada vez detectamos más problemas de salud mental».
Un trabajo a medio y corto plazo porque, de entrada, «la mayoría quiere volver a sus países, allí lo dejaron todo». Pero, de momento, se busca su integración en las ciudades de acogida. Reconocen en ambas ONG que un pequeño porcentaje, decide marcharse a otros países. Puntualiza al respecto Emma Fernández, responsable de Refugiados de Cruz Roja en Castilla y León, «que los recursos habitacionales y económicos pasan a un segundo plano cuando se trata del amparo familiar».
Casi todos los que se han ido (unas once familias) lo han hecho para reunirse con familiares en Alemania, «donde hay una importante colonia siria desde los años cincuenta», explica el representante de Accem. Se marchan, aún corriendo el riesgo de que, al ser detectados, se les vuelva a trasladar aquí, porque forman parte del 'cupo' español. Pero son más los que se quedan. Como las familias sirias que llegaron hace tres semanas a Ávila. «Primero querían ir a Madrid, pero ahora les gusta». Sobre todo, por los niños. Ellos los auténticos integradores.
Fuente El Norte de Castilla