OPINIóN
Actualizado 04/02/2017
Rafael Muñoz

Me gustan los que miran y escriben como extranjeros, desinstalándose de lo habitual.

Néstor García Canclini

Lo extraño del mundo no son los confines impensables y distorsionados, sino lo inmediato, lo familiar. Basta una mirada nueva, que a veces puede provenir de nosotros mismos, por fugaz que sea, para revelárnoslo.

Juan José Saer

Esa costumbre inveterada que mantenemos algunos de seguir mirando a nuestro alrededor, no solo cuando paseamos por la calle, sino también cuando asentamos los ojos del magín en películas, exposiciones y también en los libros. Esa bendita manía me ha hecho recordar, ante el continuo asombro que nos procura lo que nos rodea, una obra, recopilatorio de miradas, titulada El mundo entero como lugar extraño, de Néstor García Canclini.

En el volumen en cuestión, cuando leía una entrevista al autor (desconozco si real o felizmente inventada), me di de ojos con la pregunta que sigue, al socaire de unos comentarios sobre unas encuestas donde se hablaba de la utilización de internet y las redes, y su relación con la lectura:

¿No sería más astuto, ante la expansión de pantallas digitales en las cuales se lee y se escribe diariamente, reubicar la indagación sobre cómo y cuánto se lee en los cruces entre soportes, formatos y lenguajes?

A la que el autor (se) respondía: Más que la disyuntiva libros en papel / textos digitales o el divorcio entre lo escrito y lo audiovisual, hay que averiguar si está cambiando la conversación que supone leer: ya sea en objetos encuadernados, subtítulos de películas o en pantallas electrónicas.

Intersecciones y confluencias en las formas que adquiere la lectura, junto a interrogantes sobre si el hecho de leer se debiera mirar con otros ojos, contemplar desde otro ángulo. Comprobando si lo que entendemos hoy como lectura se sigue analizando desde parámetros que nos impiden mesurar con claridad lo que está ocurriendo con ella, de todo ello hablaba el filósofo argentino.

Cuando estábamos con estas cuestiones (mis escritos y yo) me encontré de cara con uno de esos cruces textuales que tanto me espolean:

Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada. [?]

Somos muchos y vivimos en la calle Humboldt.

Hacemos cosas, pero contarlo es difícil porque falta lo más importante, la ansiedad y la expectativa de estar haciendo las cosas, las sorpresas tanto más importantes que los resultados, los fracasos en que toda la familia cae al suelo como un castillo de naipes y durante días enteros no se oyen más que deploraciones y carcajadas. Contar lo que hacemos es apenas una manera de rellenar los huecos inevitables, porque a veces estamos pobres o presos o enfermos, a veces se muere alguno o (me duele mencionarlo) alguno traiciona, renuncia, o entra en la Dirección Impositiva.

Se trataba del inicio de Simulacros, un relato de Julio Cortázar, publicado en su imprescindible Historias de Cronopios y de Famas.

Esta intersección de palabras: la observación del crítico cultural platense sobre la necesidad de comprobar si la comunicación lectora se sigue encontrando en los conocidos como espacios habituales. A la que sumamos el ácido humor de maniobrar con la ficción, sostenida por el cuento del genial argentino, me han hecho pensar que en estos últimos días hay dos asuntos que planean sobre mis/nuestros intereses cotidianos, y parecieran tener cierta trabazón dialéctica con los párrafos de estos autores que acabamos de comentar.

El primero de ellos, que vinculo con las observaciones de G. Canclini, es el recién publicado Informe de la lectura en España 2017, espacio donde toma cuerpo la palabra, intentando responder con análisis estadísticos a los comentarios cliché que se suelen publicar en los medios sobre el estado de la lectura en nuestro país.

El cortaziano, me gusta pensar que ofrece, desde la fábula, una respuesta a la construcción de ciertos argumentarios que intentan justificar la intolerable subida de los precios en el consumo eléctrico, y los primeros escarceos de la que se presiente como una larga amistad a la que algunos ya dan nombre, me refiero a la gran coalición.

Una y otra parecen encontrar una acerada respuesta, aunque de orden bien distinto, en la fina ironía nuestro conspicuo Rafael Sánchez Ferlosio, cuando escribe que la forma en que nos dicen: "Los hechos son tozudos", moviendo el dedo índice en el aire, como a modo de admonición o hasta amonestación moral, no nos hacen pensar sino que de un momento a otro van a presentarnos sus credenciales de ministros plenipotenciarios de la Facticidad.

En nuestras lecturas está el no consentirlo.

Imágenes: Peggy Dembicer, Mike Stilkey y Cecilia Levy.

Rafael Muñoz

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