La pobreza energética no sólo es una sentencia a muerte para los más desprotegidos, es una condena para los habitantes de occidente de los siglos que estén por venir.
Los Estados Unidos de Trump se han cerrado a Europa. Inglaterra da el puntapié al viejo continente y se une a Trump. América del Sur está profundamente dividida. Desde países sin gobernabilidad interna y con fuertes inestabilidades a posicionamientos políticos y social-económicos preestablecidos con Estados Unidos. No hay que olvidar que Cuba siempre ha sido un enclave estratégico para Estados Unidos y el cambio de presidente no va a traer un cambio en ese deseo. Quizá en las formas, pero no en la meta.
Rusia se frota las manos no ya con Trump, si no con esta nueva política estadounidense de aislar a Europa que tanto le favorece. Recordemos que Estados Unidos y Rusia dominan el mercado del petróleo, de la energía que mueve el mundo. No olvidemos que Europa es deficitaria en este producto y que sus políticas medioambientales tan buenistas pasan por eliminar las nucleares y meternos en las Iglesias a rezar para que llueva o para que sople el viento. Es el momento para que el proyecto ITER dé sus primeros y contundentes frutos. El problema de pobreza energética ya es un problema de hoy, no del futuro.
La pobreza energética no sólo es una sentencia a muerte para los más desprotegidos de nuestras sociedades de los siglos XX y XXI, es una condena para los habitantes de occidente de los siglos que estén por venir. Nuestra dependencia de la energía y su dificultad al acceso puede, paradójicamente, hacer que nuestras sociedades no hagan un avance efectivo neto más allá que las sociedades africanas.
Dependencia energética del petróleo y retroceso en los avances eléctricos de Europa son los dos talones de Aquiles que provocan ahora mismo el asedio de Estados Unidos y Rusia. Los movimientos geopolíticos pasan por mover tropas y buscar aliados para destruir la Unión Europea, las Instituciones europeas y la unidad de sus miembros. Y ya sabemos que, cuando Europa no está unida se invoca a una hecatombe bélica de grandes dimensiones.
Por cada puerta que cierre Trump, se abre una ventana y Europa debe aprovecharla. Pocas veces en estos últimos 10 años se ha unido Europa tan claramente como lo hizo hace unos días en las palabras del Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. No sólo se posicionó frente a Donald Trump, también retrató al resto de atacantes de Europa: Rusia, China y el islamismo radical. Estamos más obligados que nunca a unirnos identificando cuales son los ataques.
En estos días la democracia europea se enfrenta a importantes test de democracia. De comunicación interna de sus dirigentes y de control de las injerencias externas. Holanda ya ha sido clarísima: retorno a los métodos manuales y antiguos para asegurar que no hay manipulación o hackeo de su proceso electoral, especialmente frente a Rusia. El fin: proteger a Francia, uno de los 2 pilares de la Unión Europea junto a Alemania.
No debemos tener miedo de los movimientos económicos de Trump. Incluso para las empresas americanas puede ser tan malo un Trump sancionador con quien no acepta su política de América para los americanos, como el castigo de una Unión Europea punitiva con empresas que no contribuyen a hacer de la sociedad europea un lugar más próspero. Todo pasa ahora mismo por hacer la labor contraria a Estados Unidos y Rusia, aperturista de Europa para captar empresas, fondos, empleo y futuro. Pero siempre, muy vigilantes a que esa apertura no deje pasar al caballo de Troya que trae el asedio a Europa. Es el momento de que los líderes den el paso y defiendan a una Europa y a unos europeos en los que crean y un continente en el que se pueda prosperar.