OPINIóN
Actualizado 22/01/2017
José Luis Puerto

La ola de frío que asola Europa y España es noticia estos días. Los medios de comunicación no dejan de ofrecer noticias e imágenes, más o menos casuísticas, de todo lo que trae tal acontecimiento estacional. ¡Ha llegado la nieve hasta las playas del Mediterráneo! ¡Desde hacía casi treinta y cinco años no había vuelto a nevar en tal o cual localidad o pueblo!

Pero tal ola de frío trae otras noticias y otras imágenes, que tendrían que ser más estremecedoras para todos, pero parece que a los europeos y occidentales nada nos dicen, porque se nos ha acostumbrado a vivir en nuestro propio bienestar y a mirar sistemáticamente hacia otra parte, como un aprendizaje que nos está deshumanizando de un modo imperceptible.

En naves abandonadas a las afueras de Belgrado, sobreviven como pueden, en la oleada de frío y de abandono, los refugiados, los que huyen de terrorismos y de guerras, los que buscan una vida mejor, marcada por la dignidad. Hacen fuego con los materiales que pueden, algunos tóxicos, en el interior de tales hangares abandonados. Calientan el agua y se asean a la intemperie, ya sea echándose cubos de ella o metiéndose en bidones donde la calientan?, y otras escenas varias que se nos transmiten por los medios de comunicación.

Pero podemos ir de Belgrado a los campamentos de refugiados de Grecia y la precariedad y el desamparo vuelven a ponerse de manifiesto en las informaciones e imágenes que de allí nos llegan.

Sobre la nieve y el suelo frío y húmedo, una hilera de personas se acerca a recibir la única comida que tendrán en el día. En tal hilera, un hombre va en chanclas; la cámara se detiene en sus pies. Pero ¿qué más nos da, si a nosotros esa realidad tan trágica no nos toca? ?parece que nos dijéramos todos, desentendiéndonos de tales acontecimientos y observándolos como quien oye llover.

Tal actitud de los gobiernos y de la mayor parte de la ciudadanía de la Europa occidental nos transmite una imagen sangrante de deshumanización, de embotamiento de la conciencia colectiva, de evasión ante una realidad que debiera estremecernos.

Y recordamos, al transitar por tantas olas de frío como nos sacuden estos días (el frío físico invernal; pero también el frío humano ante las desgracias de los otros, un frío ya metafísico y que tiene que ver con el embotamiento de la conciencia y de la moralidad que padecemos), el último verso con el que el gran poeta valenciano Francisco Brines (uno de los más importantes poetas vivos en nuestro idioma) termina su largo y espléndido poema "El santo inocente" (1965):

"Si existe Dios asumirá el fracaso."

Mas ¿lo puede asumir?

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