OPINIóN
Actualizado 20/01/2017
Luis Marcos del Pozo

A veces , como los espejismos, lo que parece no es lo que es; y además dista mucho de llegar a ser

El aprendizaje socioemocional está de moda, o nos lo venden como moda. La gestión de nuestras emociones, la idolatría al yo y al cuerpo como sede principal de nuestro afecto y efecto.
Hay que empezar pronto, muy pronto, a que los niños decidan libremente sus actividades, horarios, que liberen sus emociones, agitaciones y conmociones. La guardería e incluso la sala de neonatos sería un excelente comienzo. Por supuesto la complacencia de papás, abuelos y derivados es muy importante. ¿Porque realmente para que esperar, para qué anclarse en hábitos, en historias envejecidas, cuando es posible autoconstruirse a uno mismo ahora, en este mismo crono temporal, en este espacio exacto de la línea del tiempo?
Aprender aquello por lo que nuestros antepasados lucharon, asimilar su legado y por supuesto ampliarlo, queda tras el espejo cuando la sirena varada de nuestras emociones aparece esplendorosa como arquetipo ideal, esta gestión emocional nos hará libres y resueltos de nosotros mismos. Lo demás son ataduras a una vida que nos fondea, que nos engalga a la infelicidad del deber.
Educar cuerpo y emociones es muy positivo, pero basar la tarea educativa en la prestidigitación de dominio de cuerpo y mente creo que es un fraude generalizado : para el niño, para la familia y por supuesto para el maestro.
Nada más fraudulento y falaz que los sentimientos.
El cuerpo y la mente necesitan de reglajes premeditados y programados y las emociones, la afabilidad, las sensaciones necesitan realidades para interpretarlas y compromisos para encontrar su destino.
En el pasado siglo, Andrè Malraux, lamentaba en sus "Antimemorias": "ya no hay personas mayores";hacerse, parecer, incluso intentar ser adulto es una utopía. Hemos saltado de siglo, recorrido un trecho y sigue siendo actualidad.
La Educación, el saber, el estar, la cultura en cualquiera de sus formas y maneras hace que la persona alcance el mayor grado de autonomía, que tenga en propiedad su vida y la forma de decidir sobre ella, ponerse sus propias metas y definirlas con decisiones propias, ajenas a convencimientos sensoriales muy por encima de la dermis. Y para ello, guste o no, hemos de tomar referencia de padres, maestros, abuelos, mendigos y pudientes , feos y guapos , de personas con una historia, para así generar y ser responsable de su propia realidad.
Hacerse adulto no excluye la invención, la locura, incluso la sinrazón, se lo digo yo que vivo en ella; más bien la pide a gritos para dar respuesta a las enigmáticas y cuestionables situaciones personales.
Pero inventar no es crear de la nada sino evolucionar los conocimientos para llegar a lo nuevo, a lo nunca visto partiendo de la razón, del convencimiento y como no, de la historia.
La educación , o más bien el educador se tiene que dirigir hacia el "adulto" que niños y mayores llevamos dentro, o al menos deberíamos de llevar, a ese espacio en el que acumularemos decisiones de las que hemos de responder. Que no digo cacarear, sino ejercer la responsabilidad o lo que es lo mismo ser consciente de las consecuencias de nuestros actos, olvidándonos de las intenciones, de las emociones.
Pues como dice alguien muy cercano y de mucha influencia pragmática en mi persona, hay que ser consecuente hasta para recibir los disgustos.

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