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OPINIóN
Actualizado 17/01/2017
Redacción

En el año del Señor del 794 nace Bernardo en la corte, de los amores secretos entre Sancho Díaz y la infanta doña Ximena.

Bernardo llamado del Carpio, caballero, paladín y héroe medieval de la reconquista que derrotó a uno de los doce pares de Francia, "Roldan" en la batalla de Roncesvalles.

Es cantado por juglares y trovadores medievales, y en Carpio Bernardo (pueblo del Azud del Rio Tormes), donde aún quedan restos del castillo de nombre "Carpio", que data del año 866 y donde cada año en primavera se celebra una fiesta medieval con trajes, juegos bailes y torneos de la época.

La tradición oral no se ha olvidado de la historia épica de Bernardo del Carpio, y hasta nosotros ha llegado a través del romancero popular.

Actualmente se va perdiendo la tradición del aprendizaje y recitación de los romances y prácticamente solo se encuentran vivos en la cultura sefardí y en el cante flamenco en Andalucía, donde se cantan muchos fragmentos por los cantaores más famosos.

En tiempos prerromanos fue un viejo castro conocido por los romanos, pues a poca distancia pasaba la calzada que desde Salmántica se dirigía a Alvia (la actual Alba de Tormes), y de la cual se conservan restos en el término de Terradillos.

Como os decía, en este pueblo llamado Carpio Bernardo, nace una asociación que rememora la historia de este valiente caballero.

El pueblo se engalana con pendones de la época por las calles, con muchos de los vecinos y amigos vestidos con hermosos trajes de época, y que después de salir de la explanada donde se celebran dichos torneos, bailes y juegos se va hasta el monumento levantado a Bernardo del Carpio, excelente obra del escultor Víctor Pozo, ataviados todos los vecinos y los caballo, llevando farolillos y velas para desde allí hacer la subida hasta el castillo entre dos luces, y una vez arriba recitar romances.

Es una hermosa fiesta medieval que no debéis perderos.

Este es uno de los romances, obra de Ventura Ruiz Aguilera, escrito en 1847

"Roncesvalles"

Cuéntame una historia, abuela.

- Siglos ha, que con gran saña,

por esa negra montaña

asomó un Emperador.

Era francés, su vestido

formaba un hermoso juego;

capa de color de fuego

y plumas de azul color.

- ¿Y qué pedía?

- La corona de León.

Bernardo, el del Carpio, un día

con la gente que traía:

"¡Ven por ella!", le gritó...

De entonces suena en los valles

y dicen los montañeses:

- ¡Mala la hubisteis, franceses,

en esa de Roncesvalles!

- ¿Se acabó la historia, abuela?

- Allí, con fiel arrogancia,

los Doce Pares de Francia,

también estaban, también.

Eran altos como cedros,

valientes como leones;


cabalgaban en bridones,

sin igual en el correr.

- Sigue contando.

- Salió el mozo leonés,

Bernardo salió, y luchando

uno a uno fue matando,

y hubiera matado a cien.

De entonces suena en los valles

y dicen los montañeses:

- ¡Mala la hubisteis, franceses,

en esa de Roncesvalles!

- Me place la historia, abuela

- ¡Con qué ejército, Dios mío,

de tan grande poderío

llegó Carlo-Magno acá!

¡Qué de soldados! No tiene

más gotas un arroyuelo,

ni más estrellas el cielo,

ni más arenas la mar.

- ¿Y qué, triunfaron?

- Dios no los quiso ayudar

El alma les arrancaron

a sus pies los derribaron

como al roble el huracán.

De entonces suena en los valles

y dicen los montañeses:

- ¡Mala la hubisteis, franceses,

en esa de Roncesvalles!

- Prosigue la historia, abuela.

- Diz que dice un viejo archivo

que no quedó francés vivo

después de la horrenda liz.

Y así debió ser, pues vieron

al sol de estos horizontes

muchos huesos en los montes

y muchos buitres venir.

-¡Qué gran batalla!

-No fue menor el botín:

banderas, cotas de malla

y riquezas, y vitualla

se recogieron sin fin.

De entonces suena en los valles

y dicen los montañeses:

- ¡Mala la hubisteis, franceses,

en esa de Roncesvalles!.

- ¿Y el Emperador, abuela?

- Huyó sin un hombre luego,

la capa color de fuego

rota, y sin plumaje azul.

Bernardo, el del Carpio, torna

a Castilla, tras la guerra,

y al poner el pie en su tierra

lo aclama la multitud.

-¡Qué de alegrías!

- En verlas gozaras tú.

Hubo fiesta muchos días,

tamboriles, chirimías,

y canciones a Jesús.

De entonces suena en los valles

y dicen los montañeses:

- ¡Mala la hubisteis, franceses,

en esa de Roncesvalles

Andrés Barés Calama.

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