OPINIóN
Actualizado 16/01/2017
Sagrario Rollán

Los pequeños pueblos diseminados por la agreste geografía de Castilla y León envejecen sin remedio, alejados de la ciudad o de los circuitos turísticos y gastronómicos hibernan humildemente en el silencio del pasto helado o de la nieve, pedregales desnudos, torres emblemáticas que fueron un día señorío y relumbre de una región cualquiera, bellos y nobles pero apagados ahora; esperando a la solana la llegada del verano, pues apenas han quedado para eso: como las bicicletas, los pueblos son para el verano. La España rural que hizo un éxodo urbano tardío y quizá poco programado pierde habitantes y por tanto vida. ¿Quedarán nuestros pueblos como residuales parques temáticos? , ¿pequeñas granjas de ocio y olvido?, ¿ terapia estival o dominguera para los ajetreos y sinsabores de la vida urbana?

Sin embargo en los pueblos todavía viven personas y personajes, en algunos lugares hay alguien cuyo nombre evoca enseguida la singularidad y belleza de un espacio, el amor por el trabajo bien hecho, la resistencia de y en el mundo rural, la apuesta por una cultura alternativa que permita recoger y reconocer el hilo de la intrahistoria, más allá de evasiones y fáciles romanticismos.

Así es Monleras, y así es Juanje, con el que tuve el privilegio de trabajar algunos años en el Instituto de Vitigudino.

Monleras es un pueblo muy pequeño en el oeste de Salamanca, región del Bajo Tormes, con pocos habitantes, pero desde hace años el compromiso de Juanje, uno de ellos, así como de varios familiares y amigos suyos, hace de este lugar una comunidad viva y un ejemplo a seguir. Juanje ha vuelto al pueblo y se ha quedado, en realidad ha estado siempre, tratando de mantener actividades e instituciones que permiten proyectar a Monleras en un espacio de protagonismo inusual.

Ha recibido varios premios al desarrolo rural, mantenimiento de la biodiversidad, embellecimiento municipal, etc. Porque Monleras no convoca sólo para las fiestas patronales, navideñas, o folclóricas del verano. Monleras mantiene todavía milagrosamente la pequeña escuela unitaria, con un puñado de chavales, Monleras ha restaurado su Ayuntamiento, ha construido un anfiteatro en mitad del pueblo que es espacio privilegiado de encuentro vecinal y dinamizador del Festival de artes escénicas, ha preparado un Centro de interpetación, La Panera, donde se desarrollan actos diversos, como cine, exposiciones, encuentros literarios, etc.

Monleras también se proyecta al mundo en los Campos internacionales de trabajo, con jóvenes inquietos venidos de diferentes países y otros voluntarios del pueblo se han restaurado molinos, se han abierto rutas arqueológicas y naturales para conservar y embellecer el paisaje, pero también para arraigar la memoria: Los territorios del juego, el molino de Samuel, la dehesa y el agua... http://monleras.es/web/index.php/conocer-monleras/los-territorios-del-juego

Sin romanticismos, pero con una buena dosis de compromiso social y pedagógico, así se sostiene un pueblo, se nutre de vida, se valora, se cuida. Se fomenta y se profundiza en el reconocimiento de una identidad que se construyó a lo largo de los siglos, los trabajos y los días de nuestro mayores , pero que fácilmente se olvida.

Hoy, desde el atardecer del invierno urbano, evocando rutas, encinares, atardeceres rurales y conversaciones de proyectos, así como encuentros llenos de imaginación he querido evocar la actividad pujante de este pequeño municipio, y mostrar el agradecimiento a la tenacidad y el esforzado empeño de Juanje por preservar las raices de la vida rural y hacer que en Monleras siga floreciendo.

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