Ato mis ojos al humus de la tierra. En el silencio de la luz respiro, y aunque no vivo allí siento el temblor de los caminos blancos que aún me aman. Como un cordero abandonado sube mi corazón la sombra de los álamos. El humus de la tierra me recibe y entre las piedras mansas del camino me siento, aún sin estar presente allí, a vigilar la escarcha de los campos.